Cartas al director

Añoranzas de Batllori

En estos momentos cuánto se añora —por decirlo con un catalanismo— la figura del historiador pasmosamente sabio que fue el padre Miguel Batllori (1909-2003). Batllori, que, a fuer de liberal, no podía ser nacionalista, profesó un catalanismo que él mismo calificaba de “muy culturalista, casi solo culturalista”. Toda vez que una unidad política de los países catalanes era y es absolutamente quimérica, rechazaba la independencia de Cataluña para no tener que considerar extranjeros a Ramon Llull (mallorquín), a Ausiàs Marc o los papas Borja (valencianos) o al aragonés Baltasar Gracián.

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En estos momentos cuánto se añora —por decirlo con un catalanismo— la figura del historiador pasmosamente sabio que fue el padre Miguel Batllori (1909-2003). Batllori, que, a fuer de liberal, no podía ser nacionalista, profesó un catalanismo que él mismo calificaba de “muy culturalista, casi solo culturalista”. Toda vez que una unidad política de los países catalanes era y es absolutamente quimérica, rechazaba la independencia de Cataluña para no tener que considerar extranjeros a Ramon Llull (mallorquín), a Ausiàs Marc o los papas Borja (valencianos) o al aragonés Baltasar Gracián.

Sí, algo sabía Batllori de todos ellos y, mucho más, de historia de la Corona de Aragón y de sus diversos territorios y gentes, antes y después de su integración en la Monarquía Hispánica, antes y después de la vigencia de sus instituciones forales, antes y después de la guerra que gustaba de llamar incivil. Suele decirse que el nacionalismo se cura viajando. También leyendo. Pero, claro, según qué cosas —por seguir con los catalanismos—. Déjenme recomendarles, por ejemplo, los Recuerdos de casi un siglo (2001), de Miguel Batllori.— Pedro Álvarez de Miranda. 

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