Grifos

Los políticos monomando funcionan perfecto para los tiempos de pactos, saben que las ideologías son cosas del pasado

La política a veces se parece a los grifos. Hubo un tiempo en que todos lo teníamos claro. Teníamos el grifo del agua caliente y teníamos el grifo del agua fría. Uno era rojo y el otro era azul. Uno se situaba a la izquierda del usuario y el otro, a su derecha. El lenguaje era tan universal que viajabas por el mundo y en lo único que no tenías que pensar era en el grifo, por más que te entraran dudas sobre el idioma, el cambio monetario, el lado de los conductores y la cantidad que dejar en las propinas. El grifo no te fallaba nunca. Y así era la política.

Pero de un tiempo a esta parte...

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La política a veces se parece a los grifos. Hubo un tiempo en que todos lo teníamos claro. Teníamos el grifo del agua caliente y teníamos el grifo del agua fría. Uno era rojo y el otro era azul. Uno se situaba a la izquierda del usuario y el otro, a su derecha. El lenguaje era tan universal que viajabas por el mundo y en lo único que no tenías que pensar era en el grifo, por más que te entraran dudas sobre el idioma, el cambio monetario, el lado de los conductores y la cantidad que dejar en las propinas. El grifo no te fallaba nunca. Y así era la política.

Pero de un tiempo a esta parte ha surgido la grifería monomando, que consiste en inclinarse hacia los lados desde el punto medio, y además hacerlo pendiente de la sensibilidad más inconfesable de quien los usa. Es más, hay veces que percibes que el grifo sabe mejor que tú la temperatura que te pide el cuerpo.

Los políticos monomando funcionan perfecto para los tiempos de pactos. No aparecen nada forzados en la foto cuando se inclinan hacia la vieja derecha o la vieja izquierda. Ellos son modernos y aerodinámicos, tienen buena cara siempre, y saben que las ideologías son cosas del pasado, que la necesidad exige contorsiones que no todos los físicos aguantan. Un poquito de caliente y un poquito de frío. Un poquito de liberales y un poquito de conservadores, un poquito de extremistas radicales de izquierda y un poquito de socialdemócratas de toda la vida. Un poquito de separatismo anarquista y otro poquito de constitucionalismo radical pero abierto a cambios. Todos parecen mezclar, como esos gin-tonics de hoy. Pero no, no vayamos más lejos. Nadie pretende que usted ponga la tele y solo vea grifos cuando alguien trata de convencerle de que le está hablando de política real.

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Las municipales y las autonómicas, elecciones que ya apuntaban al panorama que nos iba a dejar esta votación malvadamente convocada en plena campaña de Navidad, ya nos enseñaron que lo recomendable es pactar sobre asuntos pragmáticos en los que se puede fundar un acuerdo. Ni soñar ni hacer soñar a los incautos. Solo hay que advertir un peligro. La revolución de la grifería ha propiciado engendros que te hacen clamar por uno de esos grifos de toda la vida. Y hay hoteles donde uno llega y para darse una ducha es preciso tener un par de másteres en ingeniería hidráulica, porque no sabes ni por dónde saldrá el agua ni a qué temperatura. Eso hay que evitarlo.

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