Del logos al mito

Si desglosamos la palabra filosofía, encontramos dos raíces griegas que responden a dos conceptos que cuanto menos resultan hermosos: amor y sabiduría; “amor por la sabiduría”.

Conocemos bien las vaporosas decisiones que adopta la generalidad de los políticos hoy en día, siendo la educación la tierra donde con mayor fuerza crecen los desacuerdos en detrimento de la concordia, imprescindible para el idóneo nivel educativo de las nuevas generaciones. Y no me refiero ya a la educación como el remedio supremo contra las desilusiones de la vida a la que aludía Montesquieu, que también. Parec...

Si desglosamos la palabra filosofía, encontramos dos raíces griegas que responden a dos conceptos que cuanto menos resultan hermosos: amor y sabiduría; “amor por la sabiduría”.

Conocemos bien las vaporosas decisiones que adopta la generalidad de los políticos hoy en día, siendo la educación la tierra donde con mayor fuerza crecen los desacuerdos en detrimento de la concordia, imprescindible para el idóneo nivel educativo de las nuevas generaciones. Y no me refiero ya a la educación como el remedio supremo contra las desilusiones de la vida a la que aludía Montesquieu, que también. Parece una batalla perdida exhortar al estadista a apostar por la educación, bien por falta de confianza, bien por falta de estadistas.

Pero no podemos hacer oídos sordos al atropello que con la última reforma (la sucesora de la LGE, de la LOECE, de la LODE, de la LOGSE, de la LOPEG, de la LOCE y de la LOE; ahí es nada) sufre la Filosofía. La nueva apuesta para el futuro es que el ciudadano carezca de pensamiento crítico, y esto es un atropello contra el individuo, porque de nada sirve que nos den libertad si no sabemos cómo usarla.— Rafael Ruiz Soto.