Derecho a fracasar
Marcelo Bielsa decía que deberíamos desdramatizar la derrota, pues perder es la norma. Al fin y al cabo, solo puede ganar uno
Decía el entrenador argentino Marcelo Bielsa que deberíamos desdramatizar la derrota, pues perder es la norma. Al fin y al cabo, solo puede ganar uno. Demandar la victoria a alguien es tan injusto como a otro reprocharle la caída.
Esto nos viene a la mente porque tenemos un amigo (como en Para Esmé, con amor y sordidez de JD Salinger, a partir de ahora le llamaremos Sargento X) que dice llevar un mes fracasando de forma inopinada. Mientras, semanalmente el Sargento X escribe columnas sobre gente que triunfa. ...
Decía el entrenador argentino Marcelo Bielsa que deberíamos desdramatizar la derrota, pues perder es la norma. Al fin y al cabo, solo puede ganar uno. Demandar la victoria a alguien es tan injusto como a otro reprocharle la caída.
Esto nos viene a la mente porque tenemos un amigo (como en Para Esmé, con amor y sordidez de JD Salinger, a partir de ahora le llamaremos Sargento X) que dice llevar un mes fracasando de forma inopinada. Mientras, semanalmente el Sargento X escribe columnas sobre gente que triunfa. Ya lo dijo aquel sabio periodista: un plumilla hoy debe comerse muchas ostras para poder traer a casa un plato de lentejas. En realidad, esto no tendría demasiado de peculiar, si no fuera porque una noche de la pasada semana nuestro hombre vivió una epifanía: la angustia no le venía por la derrota, descubrió sino que llegaba por el hecho de que no le estaban dejando fracasar en paz. Y miren que a todos sus amigos e incluso a algunos de los agentes externos que tiene acciones en su fiasco afirma haberles explicado en varios idiomas y a través de formatos diversos, como la cerveza, el e-mail o el WhatsApp, que no hay nada malo en perder, que ha asumido que, gracias a dios, no es Sean Penn, quien tras dejarlo con Charlize Theron se ha tenido que liar con otra actriz, esta vez, una llamada Minka Kelly. Y todo sin dejar de tratar de salvar el planeta y desenmascarar la mala praxis de los servicios secretos estadounidenses. Vaya estrés. El Sargento X no juega en Primera División, como el actor, sino que está felizmente instalado en mitad de la tabla en Segunda B. Solo pide que cuando pierda nadie venga a decirle que otro día ganará. Porque, ni consuela, ni es verdad.