Editorial

Situación muy compleja

El bipartidismo está lejos de desvanecerse, pero el CIS confirma la fuerza de los emergentes

En plena vorágine preelectoral, el CIS ha hecho públicos los resultados de un barómetro que confirma la complejidad de la situación en la que van a disputarse los comicios autonómicos y municipales, seguidos de elecciones generales. La principal novedad aportada es la relativa recuperación del combate en primera línea entre los dos partidos tradicionales, PP y PSOE, mientras que los emergentes (Podemos y Ciudadanos) se quedan en una segunda posición; ambos mejor de lo que estaban Izquierda Unida y UPyD —a los que de algún modo sustituyen—, pero a distancia de los dos principales.

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En plena vorágine preelectoral, el CIS ha hecho públicos los resultados de un barómetro que confirma la complejidad de la situación en la que van a disputarse los comicios autonómicos y municipales, seguidos de elecciones generales. La principal novedad aportada es la relativa recuperación del combate en primera línea entre los dos partidos tradicionales, PP y PSOE, mientras que los emergentes (Podemos y Ciudadanos) se quedan en una segunda posición; ambos mejor de lo que estaban Izquierda Unida y UPyD —a los que de algún modo sustituyen—, pero a distancia de los dos principales.

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Conviene no dar por hecha la recuperación del vigor del bipartidismo, puesto que la intención de voto a las dos fuerzas más importantes sigue siendo baja. El 25,6% atribuido por el CIS al PP se encuentra 19 puntos por debajo del resultado obtenido en las generales de 2011. Si a ello se une la pérdida de la mayoría en casi todas las comunidades autónomas donde gobierna, la situación del Partido Popular refleja el enorme desgaste sufrido durante los años de ejercicio del poder a escala nacional, autonómica y local.

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A su vez, la recuperación del PSOE, que se sitúa en una zona casi de empate con el PP, continúa ofreciendo un dato de intención de voto por debajo de su resultado en las elecciones generales de 2011. Por eso es evidente el alto grado de contestación que refleja el respaldo a las fuerzas emergentes, Podemos y Ciudadanos, y por lo tanto su capacidad de influencia en el futuro inmediato.

Es verdad que no hay que exagerar la importancia de los detalles contenidos en el informe del CIS. La prudencia es de rigor, dado el momento en que se llevó a cabo el trabajo de campo (1 al 12 de abril, y en algún caso a finales de marzo). Otros sondeos posteriores, de distintas empresas, arrojan resultados un tanto diferentes, si bien de todos ellos se deduce la volatilidad y los cambios que se están produciendo en la opinión pública.

En vez de perderse en los detalles, lo verdaderamente importante es la complejidad de la situación que describen todas las encuestas con vistas a la gobernabilidad de cada una de las instituciones. Si un partido acreditado por algo más del 35% de los votos, como es el PSOE de Andalucía, sufre los problemas que estamos viendo para constituir el nuevo Gobierno andaluz, qué decir respecto a un futuro Congreso de los Diputados donde la fuerza más votada podría tener dificultades para alcanzar el 30%.

El tsunami político ocurrido en España empuja hacia la cultura del pacto, más que a la confrontación. Discursos como los de insistir en la peligrosidad de los “experimentos” o considerar personas “normales” solamente a los partidarios del PP resultan un tanto atrabiliarios para el partido que tiene posibilidades de acabar la carrera en cabeza, pero se verá obligado a negociar y a pactar con otros en cuestión de semanas. Tendrían que producirse enormes imprevistos para que esa misma necesidad de negociar y transar no se presente de nuevo tras las elecciones generales de final de año.

La reflexión no debe ser solo del PP, sino de todas las fuerzas con opciones de poder. Se necesita un cambio de mentalidad para comprender y asumir las razones de la nueva cultura política. Cultivar la intransigencia tiene sentido solo en fuerzas que quieran encelarse en las líneas rojas por dar por perdida toda opción de gobierno. Las elecciones tienen dos finalidades: elegir a los representantes y, después, formar Gobiernos. Mariano Rajoy, Pedro Sánchez, Albert Rivera, Pablo Iglesias y otros dirigentes deberían trasladar a sus estados mayores y a los ciudadanos la necesidad de moverse en un escenario en el que nadie tiene asegurada una mayoría sólida.

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