Cartas al director

El becerro de oro

El Roto escribió el 1 de mayo: “La debilidad mental se solía compensar con la fuerza militar”. ¡Qué profundidad y análisis certero de la deriva europea! No puedo dejar de pensar en los ahogados en el Mediterráneo, solo por su deseo de encontrar un lugar donde vivir y huir de las guerras. Los hundidos, parafraseando a Primo Levi, son personas que huyen de la guerra, como en otros momentos lo fueron los vencidos de la guerra civil española, que cruzaron la frontera para no ser encarcelados y/o fusilados en España. Los actuales inmigrantes mueren en el mar aunque con ellos también muera o permita...

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El Roto escribió el 1 de mayo: “La debilidad mental se solía compensar con la fuerza militar”. ¡Qué profundidad y análisis certero de la deriva europea! No puedo dejar de pensar en los ahogados en el Mediterráneo, solo por su deseo de encontrar un lugar donde vivir y huir de las guerras. Los hundidos, parafraseando a Primo Levi, son personas que huyen de la guerra, como en otros momentos lo fueron los vencidos de la guerra civil española, que cruzaron la frontera para no ser encarcelados y/o fusilados en España. Los actuales inmigrantes mueren en el mar aunque con ellos también muera o permitamos que se ahogue parte de nuestro legado ético y memoria. Europa fue la cuna de la democracia, de la civilización, de las artes y la cultura, y lleva inscrito en su ADN las tres religiones monoteístas que pudieron convivir durante varios siglos, en especial en España. ¿Qué ha quedado de todo ello en este frío economicismo en el que se ha convertido nuestra actual Europa?: lobbies, balances, negocios, economía financiera, corrupción y pueblos hundidos. Después de tanta austeridad han quedado a flote los bancos, los ganadores. En cambio, hundidos, los derechos ciudadanos, empobrecidos los pueblos, una flagrante desigualdad cada vez mayor, un Estado de bienestar agónico y un renacimiento del huevo de la serpiente: xenofobia, fanatismo, búsqueda de chivos expiatorios. Sería muy triste que de todo ese rico legado quedara solo la adoración al becerro de oro.— Beatriz Salzberg.

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