Una sociedad mestiza
Uno de mis profesores de universidad barruntó en el pasado siglo que “el futuro será mestizo, por lo que hay que pensar en el otro”. Y así ha sido: todo un cruce de razas distintas, de culturas diferentes, se nos abre ante nuestros ojos, y nuestra mirada es, en muchos casos, de perplejidad ante la multiculturalidad. Estábamos habituados a vivir en sociedades más o menos homogéneas, y pensar en los otros nos está resultando una ímproba tarea. Hay una fuerte resistencia a la implementación de este modelo de convivencia; de cuando en cuando se producen brotes xenófobos y racistas (como los triste...
Uno de mis profesores de universidad barruntó en el pasado siglo que “el futuro será mestizo, por lo que hay que pensar en el otro”. Y así ha sido: todo un cruce de razas distintas, de culturas diferentes, se nos abre ante nuestros ojos, y nuestra mirada es, en muchos casos, de perplejidad ante la multiculturalidad. Estábamos habituados a vivir en sociedades más o menos homogéneas, y pensar en los otros nos está resultando una ímproba tarea. Hay una fuerte resistencia a la implementación de este modelo de convivencia; de cuando en cuando se producen brotes xenófobos y racistas (como los tristes sucesos pasados de Baltimore). Hemos de cultivar la ética del cuidado del otro, un cuidado que, a juicio del teólogo Leonardo Boff, “salvará al mundo”: cuidado del hermano como diferente e igual en derechos y obligaciones, cuidado del medio ambiente y de las especies que habitan en él. Esta es ahora nuestra polis, una ciudad-Estado sincrética, y aquí vivimos en nuestra heterogeneidad. Es el mundo de apertura que mejor se adecua a la naturaleza humana, mestiza por excelencia. Este es nuestro destino, nuestro “modo-de-ser-con-otro”; resuenan aquí los ecos de Heráclito y de nuestra tradición occidental, que ha de vertebrarse en torno a lo que nos une, que ve en el vivir un genuino convivir.— Manuel Castellanos Plaza.