Cartas al director

Los trileros

El juego del trile se practica muchísimo en la actualidad. Antes se veía con frecuencia en las calles, ya fuera con tres cubiletes y una bolita, o con tres cartas. Con los cubiletes, había que adivinar en cuál de ellos estaba la bolita; y con las cartas, cuál era la que el trilero indicaba. Todo ello, aderezado con los ganchosque animaban a jugar al incauto y que le distraían, mientras el trilero hacía las trampas correspondientes vaciando los bolsillos de la víctima que, a su vez, pretendía una ganancia que se le antojaba fácil.

En la actualidad, se practica de forma muy disti...

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El juego del trile se practica muchísimo en la actualidad. Antes se veía con frecuencia en las calles, ya fuera con tres cubiletes y una bolita, o con tres cartas. Con los cubiletes, había que adivinar en cuál de ellos estaba la bolita; y con las cartas, cuál era la que el trilero indicaba. Todo ello, aderezado con los ganchosque animaban a jugar al incauto y que le distraían, mientras el trilero hacía las trampas correspondientes vaciando los bolsillos de la víctima que, a su vez, pretendía una ganancia que se le antojaba fácil.

En la actualidad, se practica de forma muy distinta. El trilero está en el centro de la vida que vivimos, y lo mismo te vende algo que no sirve para nada, pero que ha sido debidamente publicitado, que te convence (o lo pretende) de que ellos te van a solucionar la vida, de que ellos son los verdaderos defensores de los ciudadanos, de que son el partido de los trabajadores, de que la sanidad es mejor “externalizada” que pública, de que los servicios esenciales como el agua y la electricidad se gestionan mejor privatizándolos, de que hemos vivido por encima de nuestras posibilidades, y de un sinfín de mentiras más. Además, el trilero actual también tiene sus ganchos, sus periodistas o seudoperiodistas, sus emisoras de radio o televisión, sus tertulianos omnipresentes, que te machacan día a día, que lanzan rumores, que atemorizan al ciudadano incauto que cree a pie juntillas que le dicen la verdad. Acostumbrémonos, pues, a mirar muy bien la “mercancía” que se nos ofrece, porque, con tanto trilero, es muy fácil que salgamos escaldados. Y la verdad, estamos ya para pocos engaños.— Ángel Villegas Bravo.

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