Cartas al director

Debates en bucle

El debate es una de las prácticas más democráticas de las que disponemos. Es sana, útil y, a veces, incluso entretenida. Son cada vez más las cadenas que ofrecen este tipo de actividad y, por suerte, también los personajes públicos que se someten a ellos. Sin embargo, el concepto “debate” implica ciertas cosas que parecen haberse olvidado. Si habla un cargo del PP o un militante del partido, el tema es, ineludiblemente, el de los ERE de Andalucía (eso cuando no sale la herencia de Zapatero); si se trata de alguien relacionado con el PSOE, aparecen constantemente las políticas que favorecen a l...

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El debate es una de las prácticas más democráticas de las que disponemos. Es sana, útil y, a veces, incluso entretenida. Son cada vez más las cadenas que ofrecen este tipo de actividad y, por suerte, también los personajes públicos que se someten a ellos. Sin embargo, el concepto “debate” implica ciertas cosas que parecen haberse olvidado. Si habla un cargo del PP o un militante del partido, el tema es, ineludiblemente, el de los ERE de Andalucía (eso cuando no sale la herencia de Zapatero); si se trata de alguien relacionado con el PSOE, aparecen constantemente las políticas que favorecen a la banca; y si el que habla pertenece a algún grupo alternativo a los citados, se recurre sistemáticamente a la igualación de los dos partidos mayoritarios y a la pérdida de su credibilidad.

Pues bien. No es que los temas que se discuten en los debates últimamente no sean importantes; en absoluto. Pero ¿hasta qué punto es práctico discutir sobre los mismos temas, repitiendo las mismas opiniones y utilizando los mismos argumentos? Quizá hace falta tomar un poco de perspectiva y comenzar a analizar la actividad política con ojos nuevos e ideas frescas.

Debatamos, pero hagámoslo bien.— Elena San José Alonso. 

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