Editorial

Populistas infiltrados

Valls excluye del Gobierno francés a los ministros rebeldes. Tendrá más cohesión. Y menos apoyos

No ha habido sorpresas en el desenlace de la crisis abierta en el Gobierno francés por la revuelta de tres ministros que se declararon en rebeldía contra la austeridad y los recortes que tanto predican desde Berlín. El presidente, François Hollande, formó nuevo Gobierno ayer. Prescinde de los díscolos, liderados por el extitular de Economía, Arnaud Montebourg, que rompió la disciplina el domingo con una entrevista en Le Monde.

De los ministros entrantes, lo más novedoso es el perfil del nuevo responsable de Economía. A sus 36 años, Emmanuel Macron era hasta ahora un joven secre...

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No ha habido sorpresas en el desenlace de la crisis abierta en el Gobierno francés por la revuelta de tres ministros que se declararon en rebeldía contra la austeridad y los recortes que tanto predican desde Berlín. El presidente, François Hollande, formó nuevo Gobierno ayer. Prescinde de los díscolos, liderados por el extitular de Economía, Arnaud Montebourg, que rompió la disciplina el domingo con una entrevista en Le Monde.

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De los ministros entrantes, lo más novedoso es el perfil del nuevo responsable de Economía. A sus 36 años, Emmanuel Macron era hasta ahora un joven secretario general adjunto de Presidencia, antiguo financiero, que ni siquiera es militante socialista. Simboliza la apuesta de Hollande por cumplir con sus compromisos europeos y el Pacto de Responsabilidad que conjuga la reducción del déficit con el mantenimiento del gasto social educativo, aunque no el sanitario. Los nuevos integrantes del Gabinete, con Macron al frente, tienen un perfil tecnocrático que les convierte, sobre todo, en ejecutores de un mandato claro del presidente. Las reformas deben aprobarse. No hay más alternativa. Habrá que ver si el tándem formado por Hollande y el primer ministro Manuel Valls se sale con la suya, pues lo tiene francamente difícil. Quienes ya han fracasado son Montebourg y los otros ministros rebeldes salientes. Son nacionalistas y nacionalizadores, proteccionistas y militantes de la antiglobalización. Montebourg ha protagonizado una infausta experiencia de populismo infiltrado en un partido convencional, en la que otros deben mirarse para no repetirla. Consiste en la combinación de una retórica radical con un recetario modestísimo.

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Por un lado, están sus insultos a la Comisión Europea, su desprecio a “las obsesiones de la derecha alemana”, su crítica de brocha gorda a la austeridad “ineficaz e injusta”, justo cuando las políticas de consolidación presupuestaria tratan de modularse, a iniciativa del italiano Matteo Renzi. Por otro, es ridícula su alternativa, minúscula, a las medidas del Gobierno: su principal propuesta es la de aumentar las rebajas fiscales a los hogares para acercarlas a los 41.000 millones de euros dispensados a las empresas, una enmienda que no justifica los calificativos que maneja. Su pecado más grave, sin embargo, fue la falta de disciplina y lealtad a un Gobierno cuyo líder se ha comprometido a cumplir sus compromisos en un difícil contexto de estancamiento económico.

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