Cartas al director

Una historia surrealista

La siguiente historia puede parecer surrealista, pero lamentablemente es cierta. Le sucedió a mi hermano hace un mes. Sufrió un infarto cerebral en Orea, un pequeño pueblo de la sierra de Albarracín perteneciente a Castilla-La Mancha. El médico del pueblo más cercano (a ocho kilómetros) llamó a un helicóptero y a la UVI móvil para que lo llevaran al hospital porque no reaccionaba. El helicóptero llegó rápido, pero tuvieron que esperar a la ambulancia para poder moverlo. Siguiendo el protocolo médico ningún familiar lo pudo acompañar, lo cual es lógico, puesto que el espacio en el helicóptero e...

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La siguiente historia puede parecer surrealista, pero lamentablemente es cierta. Le sucedió a mi hermano hace un mes. Sufrió un infarto cerebral en Orea, un pequeño pueblo de la sierra de Albarracín perteneciente a Castilla-La Mancha. El médico del pueblo más cercano (a ocho kilómetros) llamó a un helicóptero y a la UVI móvil para que lo llevaran al hospital porque no reaccionaba. El helicóptero llegó rápido, pero tuvieron que esperar a la ambulancia para poder moverlo. Siguiendo el protocolo médico ningún familiar lo pudo acompañar, lo cual es lógico, puesto que el espacio en el helicóptero es reducido.

Lo que no es lógico es que lo llevaran al hospital de una ciudad, Albacete, que se encuentra a más de tres horas en coche y que, una vez allí, solicitaran el consentimiento de la familia para intervenirlo. ¿Estamos locos o qué? Si no llega a ser por un familiar que vive cerca de Albacete, hubieran tenido que esperar a que su mujer llegara desde Orea. ¿Por qué no pidieron el consentimiento antes de subirlo al helicóptero? ¿Por qué no lo llevaron a Zaragoza que está más cerca? Es vox populi que el tiempo que se tarda en atender a alguien que ha sufrido un infarto cerebral es crucial, tanto para garantizar su vida como para minimizar lesiones. Me pregunto quiénes y bajo qué criterios hacen estos protocolos, ¿serán médicos?— Cruz Mallén Gaspar.

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