Cartas al director

¿Quién me ha robado el siglo XXI?

Me gusta imaginar que vivimos en una sociedad avanzada, en la que los prejuicios por raza, sexo u orientación sexual, van quedando atrás poco a poco. Soñaba con ello, hasta que el pasado fin de semana, un amigo fue rechazado en una sala de fiestas madrileña por ser homosexual (“no aceptamos gente de tu ambiente”, le dijeron).

Podemos ponernos en el lugar de la empresa organizadora del evento, pensar que tienen reservado el derecho de admisión, y que al ir, nos arriesgamos a ser rechazados. La otra opción es mirar más allá de cuestiones banales y sin importancia y preguntarnos hasta qué ...

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Me gusta imaginar que vivimos en una sociedad avanzada, en la que los prejuicios por raza, sexo u orientación sexual, van quedando atrás poco a poco. Soñaba con ello, hasta que el pasado fin de semana, un amigo fue rechazado en una sala de fiestas madrileña por ser homosexual (“no aceptamos gente de tu ambiente”, le dijeron).

Podemos ponernos en el lugar de la empresa organizadora del evento, pensar que tienen reservado el derecho de admisión, y que al ir, nos arriesgamos a ser rechazados. La otra opción es mirar más allá de cuestiones banales y sin importancia y preguntarnos hasta qué punto somos nosotros mismos culpables de este desprecio a lo diferente. Incluso algunos de aquellos que creen en el avance y progreso de la sociedad, han reído alguna vez ante una burla a lo poco común. Es una cuestión de educación, lo distinto no ha de ser motivo de risa o de desprecio si queremos construir una sociedad sobre los pilares del respeto. Ustedes hagan lo que crean conveniente ante este tipo de discriminaciones ancladas en siglos pasados.

Yo me uno a Millás, y solicito una oficina para apostatar del género humano.— Lucía Bellas Fernández.

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