Cartas al director

Vigilancia en los debates

Asiduo de la televisión pública francesa, el día 27 presencié un debate entre el primer ministro Jean-Marc Ayrault y la señora Kosciuzko-Mourissot, en representación de la oposición conservadora. En los preliminares, se enunciaron las condiciones en las que se iba a desarrollar el debate, significativas de lo fino que se hila en Francia en estos programas. Sin embargo, me llamó la atención una en particular: asignaba a dos periodistas, expertos en Internet, verificar en las hemerotecas si las afirmaciones que cada oponente exponía en favor de sus tesis se ceñían a la realidad contrastada y, si...

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Asiduo de la televisión pública francesa, el día 27 presencié un debate entre el primer ministro Jean-Marc Ayrault y la señora Kosciuzko-Mourissot, en representación de la oposición conservadora. En los preliminares, se enunciaron las condiciones en las que se iba a desarrollar el debate, significativas de lo fino que se hila en Francia en estos programas. Sin embargo, me llamó la atención una en particular: asignaba a dos periodistas, expertos en Internet, verificar en las hemerotecas si las afirmaciones que cada oponente exponía en favor de sus tesis se ceñían a la realidad contrastada y, si no era así, pudieran señalar los errores y/o afirmaciones intencionadamente falsas en el mismo programa en directo, para conocimiento de la audiencia.

Todos conocemos situaciones en debates aquí, donde se vierten afirmaciones malintencionadas o simplemente erróneas sin que sean contrastadas por un tercero imparcial y que quedan en el aire como si fueran verdades irrefutables. No son más que “trucos” preparados, a sabiendas de que la opinión contraria del oponente no lo podrá comprobar más que a posteriori. Miente, que algo queda.— Ángel Arieta-Araunabeña.

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