Cartas al director

La conciencia del señor Dívar

El señor Dívar ha despachado el asunto de sus múltiples viajes a Marbella en fin de semana y sus comidas y estancias en sitios lujosos con acompañantes no identificados con un remedo de rueda de prensa, en la que ha alegado como máximo argumento el carácter oficial de todas estas actividades y lo ha fiado todo a su “limpia” conciencia, supongo que basada en la inquebrantable fe de la que hace gala siempre que tiene ocasión.

Desconozco si esto es suficiente para convencer a sus correligionarios, o si una fe inquebrantable en la existencia del Ratoncito Pérez convertiría sus explicaciones...

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El señor Dívar ha despachado el asunto de sus múltiples viajes a Marbella en fin de semana y sus comidas y estancias en sitios lujosos con acompañantes no identificados con un remedo de rueda de prensa, en la que ha alegado como máximo argumento el carácter oficial de todas estas actividades y lo ha fiado todo a su “limpia” conciencia, supongo que basada en la inquebrantable fe de la que hace gala siempre que tiene ocasión.

Desconozco si esto es suficiente para convencer a sus correligionarios, o si una fe inquebrantable en la existencia del Ratoncito Pérez convertiría sus explicaciones en igual de dignas. De lo que sí estoy seguro es de que, como ciudadano, me importa un pimiento si se condena a un eventual fuego eterno por perjuro. Allá él con su limpia conciencia. En cambio, sí me importa que se nos tome por imbéciles día sí y día también. ¿Alguien, ya no bienintencionado, sino en su sano juicio, puede pensar que la actividad judicial requiere de su presencia siempre en Marbella, en hoteles y restaurantes de gran lujo y siempre en fin de semana? ¿Acaso está coordinando la operación definitiva contra la famosísima mafia marbellí, de la que tendremos oportuna noticia cuando finalmente se detenga a una importante cúpula internacional de maleantes gracias a sus denodados esfuerzos gastronómicos? ¿No tiene en la sede del Tribunal Supremo un despacho para trabajar y donde recibir a sus hambrientos colaboradores? ¿No existen en los 7.880 km de costa de España otras localidades que requieran de su jurídica atención?

Yo soy cirujano en la Sanidad Pública. Yo sí trabajo en fin de semana, y no hace falta ninguna Ley de Transparencia para comprobarlo; simplemente, vaya al Hospital y pregunte quién ha estado operando 36 horas el sábado, el domingo, la fiesta de guardar… Pues además, ahora se rumorea que nos vamos a tener que pagar nosotros las comidas y cenas de los turnos de guardia. Mire señor Dívar, lo mío sí que son comidas de trabajo. Lo suyo, sólo lo saben usted y su conciencia. La mejor forma de solucionar esta clara discrepancia es que usted y todos los políticos que van de gratis total por la vida con mi dinero y el de todos los españoles empiecen a pagar también por sus comidas de trabajo, o que se sepa a las claras cómo y con quién se celebran para que no siga pareciendo lo que parece: una tomadura de pelo que clama al cielo.— David Lacasa Martín.

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