Cartas al director

Por derecho de clase

Un viejo general, con el que tenía una relación de absoluta confianza, me decía, cuando me divertía acorralándolo para que me explicase el origen de su acomodada situación económica y terminados sus argumentos, que lo que tenía y el resto del país le pertenecía por derecho de conquista. Se había jugado la vida y había ganado.

Me viene a la memoria esta anécdota al leer la información sobre la denuncia del presidente del Supremo, señor Dívar por sus viajes privados. No sé, ni me importa, lo que habrá de verdad en la denuncia. Tampoco me importa quién paga. Lo que sí me preocupa es que el...

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Un viejo general, con el que tenía una relación de absoluta confianza, me decía, cuando me divertía acorralándolo para que me explicase el origen de su acomodada situación económica y terminados sus argumentos, que lo que tenía y el resto del país le pertenecía por derecho de conquista. Se había jugado la vida y había ganado.

Me viene a la memoria esta anécdota al leer la información sobre la denuncia del presidente del Supremo, señor Dívar por sus viajes privados. No sé, ni me importa, lo que habrá de verdad en la denuncia. Tampoco me importa quién paga. Lo que sí me preocupa es que el presidente del Supremo tenga habitualmente viajes de fin de semana de cinco días, que los pase en hoteles de lujo y a base de comilonas.

Supongo que si se le interrogara en este sentido se sentiría extrañado y coincidiría con el viejo general: el país es de su propiedad y, sean las que sean las circunstancias, él hace lo que quiere por derecho de clase, pero en este caso sin haberse jugado nada.— Alberto Herrero Saura.

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