Cartas al director

Madame Bovary

Pocas horas después de nacer, figuramos en el Registro Civil, bajo un nombre y un apellido que, en España, nos acompañarán durante toda la vida, salvo casos excepcionales; acertada costumbre, a mi parecer.

En Francia, sin embargo, la mujer al casarse cambia su apellido por el de su marido. Así fue cómo Emma Rouault, el día de su boda, pasó a llamarse “madame Bovary”.

Me registraron en Francia bajo el nombre de Joëlle Bavière, ahora soy “madame Martínez” y en España tienen la opción de referirse a mí como Joëlle Bavière o “la señora de Martínez”, (esposa de Martí...

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Pocas horas después de nacer, figuramos en el Registro Civil, bajo un nombre y un apellido que, en España, nos acompañarán durante toda la vida, salvo casos excepcionales; acertada costumbre, a mi parecer.

En Francia, sin embargo, la mujer al casarse cambia su apellido por el de su marido. Así fue cómo Emma Rouault, el día de su boda, pasó a llamarse “madame Bovary”.

Me registraron en Francia bajo el nombre de Joëlle Bavière, ahora soy “madame Martínez” y en España tienen la opción de referirse a mí como Joëlle Bavière o “la señora de Martínez”, (esposa de Martínez).

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Me pregunto entonces, con todos mis respetos por la traducción de María Teresa Gallego Urrutia, cuyas credenciales son excelentes, si Emma Rouault no debería ser llamada en español “la señora de Bovary” en lugar de “la señora Bovary”.— Joëlle Bavière Picard.

 

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