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Lagarde alerta de que poner trabas a la inteligencia artificial “retrasaría la prosperidad de los europeos”

La presidenta del BCE admite que la UE no ha sido pionera en esta innovación, pero destaca que las empresas comunitarias están implantándola a una velocidad similar a las estadounidenses

Malas noticias: Europa, como ya sucediera con el nacimiento de internet, no ha sido pionera en el bum de la inteligencia artificial llamado a dar un vuelco a la economía global. Buenas noticias: las empresas europeas están adoptando la IA generativa a una escala similar a las estadounidenses. La presidenta del Banco Central Europeo, Christine Lagarde, ha hablado este lunes del auge de esta nueva tecnología en Bratislava (Eslovaquia), en un acto organizado por la OCDE. Y su mensaje a los líderes europeos no podía ser más claro: un exceso de celo en la regulación “ralentizaría la difusión de la IA y, por lo tanto, retrasaría la prosperidad de todos los europeos en las próximas décadas”.

Hace años, si no décadas, que se habla de la UE como un gigante burocrático, muy capaz de imponer normativas como la que obliga que las botellas de plástico tengan tapones adheridos, o de aprobar leyes potentes de protección de datos que son referencia en todo el mundo, pero poco efectiva cuando se trata de generar un ecosistema favorable al emprendimiento.

Por eso, Lagarde teme que el afán por contener los peligros de la expansión de la IA (que los hay, y no son menores, según los expertos), derive en obstáculos a la innovación. “Debemos eliminar todos los obstáculos que nos impiden abrazar esta transformación. De lo contrario, corremos el riesgo de dejar pasar la ola de adopción de la IA y poner en peligro el futuro de Europa”, advierte.

La fe de la francesa en el impacto del cambio por venir es firme. Compara la IA con el surgimiento de la electricidad, las computadoras o internet. Y ve paralelismos con ellas en la trayectoria que puede seguir la IA, que no percibe como inmediata, pero sí irrevocable. “La disrupción llegó pronto, y las ganancias de productividad generalizadas solo surgieron lentamente. Por ejemplo, pasaron unos treinta años antes de que el impacto de la electricidad se manifestara claramente en toda la economía. Fue necesario construir redes eléctricas, rediseñar fábricas y reasignar a los trabajadores de tareas antiguas a nuevas. Las computadoras también requirieron inversiones a largo plazo en hardware, software, habilidades y nuevos modelos de negocio antes de que se tradujeran en mejoras mensurables”, recuerda.

Lagarde está convencida de que la IA traerá una importante mejora de la productividad, que si se asemejara a la de la electricidad sería de 1,3 puntos cada año, y si fuera más parecida a la explosión de internet la aumentaría en 0,8 puntos. E incluso coloca esta innovación por encima de sus predecesoras en la velocidad en que puede surtir efecto. “Hay razones para creer que la IA podría extenderse más rápidamente y generar ganancias económicas tangibles antes que las olas tecnológicas anteriores”, vaticina.

Para apoyar su tesis, recurre al augurio del Premio Nobel de Química Demis Hassabis. “Será diez veces mayor que la Revolución Industrial, y quizás diez veces más rápida”. Y cree que el sistema no está listo. “La pregunta ya no es si esta nueva frontera llegará, sino cuándo, y el ritmo del progreso de los últimos años sugiere que es probable que sea antes de lo que nuestras instituciones y regulaciones están preparadas”.

En un mundo donde las cinco mayores compañías por valor en Bolsa son cinco tecnológicas estadounidenses (Nvidia, Apple, Alphabet, Microsoft y Amazon), y en el que China ya ha enseñado los dientes con evoluciones sorprendentes como DeepSeek, capaz de competir de tú a tú con ChatGPT a un precio mucho más reducido, Lagarde asume que la batalla por ser pioneros está perdida, y teme que se repita el guion de la revolución de internet y los teléfonos inteligentes. “Aún asumimos el coste de haber sido lentos en la adopción durante la última revolución digital. No podemos permitirnos cometer el mismo error”.

El discurso, sin embargo, no quiso ser, ni mucho menos, la asunción de una derrota. Lagarde estima que con una adopción rápida, “Europa puede convertir un inicio tardío en una ventaja competitiva”. Porque igual que sucede con una red de transporte, en la que no importa tanto quién es el primero en construirla, como su extensión, en el universo de la IA no gana el primero en llegar, sino quien la implementa de forma generalizada. “Y las empresas europeas ya están adoptando la IA generativa a una escala similar a la de Estados Unidos. Lo que el BCE está escuchando de las grandes firmas europeas confirma esta tendencia: muchas están invirtiendo fuertemente en centros de datos, soluciones en la nube e IA”.

¿Burbuja?

El riesgo de burbuja en estos activos pasó muy fugazmente por la intervención de Lagarde. “Algunos ven su crecimiento como una exuberancia temporal que supera los fundamentos subyacentes. Pero un debate enmarcado únicamente en términos de altibajos a corto plazo puede pasar por alto el panorama general”.

En todo caso, el riesgo de estallido bursátil que aprecia en Europa es mucho menor, porque mientras las diez principales empresas estadounidenses por valor en Bolsa representan el 40% del mercado y son parte de solo cuatro sectores, las diez mayores de la UE suman el 18% en casi el doble de sectores. Es la parte positiva, o tal vez solo un débil consuelo, ante la realidad de que las grandes compañías europeas están muy lejos de las estadounidenses en la tecnología de moda entre los inversores.

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