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El BBVA fía a BlackRock, Norges y Vanguard amarrar el 30% de la opa al Sabadell

Los grandes fondos, presentes en el accionariado de ambos bancos, alcanzan el 28% de la entidad catalana

El BBVA está dispuesto a poner toda la carne en el asador en la opa sobre el Banco Sabadell. Según aseguran diversas fuentes del mercado, el incremento de la oferta en un 10% planteado ayer por el banco que preside Carlos Torres podría ser el último empujón para que fondos instituci...

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El BBVA está dispuesto a poner toda la carne en el asador en la opa sobre el Banco Sabadell. Según aseguran diversas fuentes del mercado, el incremento de la oferta en un 10% planteado ayer por el banco que preside Carlos Torres podría ser el último empujón para que fondos institucionales indecisos, que atesoran en torno al 28% del capital, pudieran dar luz verde a la propuesta de la entidad vasca, con la cifra de un 30% de aceptación marcada en rojo en sus estimaciones. Entre ellos destacan algunos de los grandes vehículos de inversión del planeta, presentes en ambos accionariados, como BlackRock, Vanguard o Norges, entre otros. Aunque el BBVA ha dejado claro que su objetivo es alcanzar el 50,01% de los derechos de voto y poder mandar, ese porcentaje del 30% mantendría al menos vivo el proceso, dando al banco la opción de plantear una segunda opa en efectivo en el plazo de un mes para llegar a la mitad más uno del accionariado.

El planteamiento de una toma del Sabadell en dos fases presenta, en todo caso, dificultades considerables que, en cualquier momento, pueden hacer descarrilar la transacción. Según explican estas fuentes, los fondos institucionales podrían tener una visión de medio plazo de la que carecen los inversores minoritarios, más proclives a esperar a una segunda opa en efectivo y a un precio equitativo marcado por la Comisión Nacional del Mercado de Valores (CNMV). Mas allá de la liquidación final y los movimientos de los últimos días, es muy probable que el precio de esa segunda oferta puede ser incluso mayor que la primera, como ha dejado caer el propio Banco Sabadell. Un escenario que no incentiva precisamente acudir en masa a la opa.

La paradoja es que, si esos fondos institucionales decidieran apostar por maximizar su participación y no acudir a ese primer envite, podría no haber segunda oportunidad y, en consecuencia, decaer la opa y el proyecto de integración. Ante ese escenario, fuentes próximas a ambos bancos descuentan que el BBVA ha sondeado ya la predisposición de inversores claves con el fin de obtener un voto de confianza en la primera opa, de cara a consolidar un proyecto industrial de futuro. Estas fuentes precisan, sin embargo, que no es lo mismo alcanzar “un 32% que un 41%” del Sabadell en esa primera intentona, en tanto BBVA deberá financiar el resto y, probablemente, pasar por la horca caudina de la junta de accionistas si precisa una ampliación de capital.

Las respuestas de estos accionistas son mixtas. Unas fuentes apuntan a que la mayor parte de estos inversores son renuentes a aceptar esta oferta al coincidir con el Sabadell que el banco en solitario vale más. Entienden, además, que la ley de opas premia al inversor que espera hasta el último momento y temen acudir a la primera oferta y perderse una segunda mejor. Frente a esto está la visión estratégica de esos fondos que están presentes en ambos accionariados, que pueden aceptar un precio más ajustado por el banco catalán al compensarlo con un menor esfuerzo del vasco. Tienen más capacidad de esperar a las ganancias estratégicas que promete el BBVA con la opa y una visión de más largo plazo que les hace percibir la transacción más allá de movimientos más cortoplacistas. De acuerdo a un informe de Barclays de este martes, representan un 28% del capital.

En la visión contraria, los fondos arbitrajistas, especializados en sacar partido a las opas, tienen un peso menor al habitual en ofertas de este tipo, inferior al 10% del capital, según las estimaciones. Estos son los menos incentivados en aceptar esta opa. Su posición pasa por o bien vender ahora en mercado o bien aguardar a esa eventual segunda opa para ganar mucho más.

Además están los fondos indexados, un 14%, que irán a la operación según la aceptación que esperen para replicar el peso que el Sabadell tendrá en los índices tras la transacción. Aún es una incógnita qué decidirá el inversor mexicano David Martínez, con un 4%, que ante la primera oferta aplaudió su sentido estratégico pero reclamó una mejora de precio. Más claro parece el rechazo tanto de Zurich como de Amundi, que suman el 6% y son aliados del Sabadell en seguros y gestión de activos. Finalmente, el informe de Barclays estima en un 47% el peso de los minoritarios y otros inversores institucionales no presentes en ambos accionariados, los que el BBVA asume que les será más difícil convencer en esta primera opa y se resigna a que terminen acudiendo en la eventual segunda oferta, con efectivo.

El BBVA, por boca de su presidente, ha negado que tenga intención alguna de lanzar esa segunda opa si se queda entre el 30% y el 50% del capital, pese a que el propio banco solicitó una dispensa al supervisor estadounidense (SEC, por sus siglas en inglés) para rebajar el umbral de aceptación. El banco azul, al igual que su contraparte en la opa con el deber de pasividad, ha jugado al límite en los mensajes —negó hasta la saciedad que fuera a mejorar la oferta—, al punto de que la posibilidad de que esa segunda propuesta termine fraguando no era descartado ayer ni por los analistas de los bancos de inversión ni por el entorno del propio Banco Sabadell.

En términos de gobernanza, una fotografía final en la que el BBVA obtuviera una participación mayoritaria en el banco, pero no de control, podría complicar sobremanera la operativa de la entidad, como episodios de la historia empresarial española vienen a demostrar. La posibilidad de nombrar consejeros por parte de la entidad vasca no solo podría topar con las restricciones del Gobierno, sino con la oposición del resto de accionistas y la propia junta al tratarse de representantes designados por un competidor. La guerra escenificada entre Iberdrola y ACS es el mejor ejemplo de ese choque de intereses.

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