Gigantes bancarios y eficiencia social
Las consecuencias nefastas de la concentración de bancos han sido paliadas por el crecimiento de las cooperativas de crédito
La larga y aburrida batalla de la compra hostil del Banco Sabadell por parte del BBVA está acaparando la información financiera de este país desde hace 16 meses. Se trata de la última operación de la incesante carrera hacia ...
La larga y aburrida batalla de la compra hostil del Banco Sabadell por parte del BBVA está acaparando la información financiera de este país desde hace 16 meses. Se trata de la última operación de la incesante carrera hacia una mayor concentración bancaria, cuyas consecuencias prácticas para los ciudadanos son la reducción de la oferta y del número de oficinas. Desde 2008 se han cerrado 28.104 oficinas, un 61,5% de las existentes entonces, según el Observatorio de Inclusión Financiera del IVIE.
Las consecuencias nefastas de este proceso han sido paliadas por el crecimiento de las cooperativas de crédito; cajas rurales, Laboral Kutxa y Caja de Ingenieros, entre otras, cuya cuota de mercado crece y supera el 10%. Un 42% de las 3.400 oficinas de las cajas rurales está en municipios de menos de 5.000 habitantes. La banca cooperativa es un modelo de referencia en Europa con una cuota de mercado del 22%, y en Francia y Finlandia alcanza el 63% y 39%, respectivamente. Son entidades que mantienen sus propósitos sociales fundacionales que priorizan los intereses de sus socios y clientes.
La paradoja mayor de la historia financiera de este país es el desconocimiento de la relevancia que adquirieron las instituciones financieras de carácter social durante el siglo pasado. El economista Joan Maria Solà i Franquesa ha cubierto buena parte de este vacío al documentar con rigor la gran transformación que ha registrado la Caixa hasta convertirse en CaixaBank, la primera entidad financiera y social por su actividad en España.
En La metamorfosi de “la Caixa”, (Editorial Base), Solà, que ha trabajado más de 40 años en la entidad, donde ha sido director de su Servicio de Estudios, explica con precisión la trascendental evolución de la entidad fundada en 1904. El autor detalla con nitidez los cambios sufridos por la Caixa “libremente o de forma obligada” para “adaptarse a las circunstancias políticas, económicas y sociales” a lo largo de su historia. Solà advierte que algunos de estos cambios “han supuesto una ruptura total con la idea fundacional de ‘ahorro social’ y de ‘institución profundamente social’ que defendían en el primer tercio del siglo veinte sus dos primeros directores generales, Francesc Moragas y Josep Maria Boix”.
No se trataba de un pronunciamiento retórico. Entre 1921 y 1935 la Caixa dedicó a obras sociales el 61,6% de los 22,4 millones de pesetas de sus beneficios. La entidad constituyó numerosas instituciones sociales y construyó un parque de 25.000 viviendas de alquiler. La entidad pagó caros sus planteamientos y su adhesión a la República en 1931. El régimen franquista sancionó a 113 empleados y Josep Maria Boix fue condenado a 12 años de prisión, posteriormente conmutados por tres años de cárcel. La entidad fue despojada de la administración de los seguros sociales que había contribuido decididamente a implantar.
En 1956 la Caixa fue la primera entidad en mecanizar la contabilidad y en 1962 en incorporar la informática (IBM), adelantándose varios años al resto de entidades españolas. La eficiencia financiera social no exige entidades gigantescas. Las autoridades deberían tomar en serio las finanzas con propósito social.