Pedro Solbes: la buena gente
Uno de sus grandes secretos era cómo abordaba los problemas. Con un sentido común fuera de lo común, planteaba las posibles soluciones intentando integrar distintos puntos de vista
La amistad con Pedro Solbes es uno de estos regalos que, a veces, en un golpe de suerte, te da la vida. Amigo de sus amigos, economista curioso, funcionario ejemplar, servidor público y hombre de Estado. De esto se hablará mucho estos días, y con razón.
Su propósito vital, compromiso incluso, era hacer las cosas bien y contri...
La amistad con Pedro Solbes es uno de estos regalos que, a veces, en un golpe de suerte, te da la vida. Amigo de sus amigos, economista curioso, funcionario ejemplar, servidor público y hombre de Estado. De esto se hablará mucho estos días, y con razón.
Su propósito vital, compromiso incluso, era hacer las cosas bien y contribuir al bien común. Y para ello siempre entendió que no solo había un camino y que, incluso, aquellos que no pensaban como él podrían tener su punto de razón. Y valía la pena dedicar tiempo a la búsqueda del consenso, a la construcción de puentes, al entendimiento y a la empatía entendida como un ejercicio sincero. Un demócrata integral.
Uno de los grandes secretos de Pedro Solbes era cómo abordaba los problemas. Los analizaba, los separaba, los hacía pequeños, comprendía íntimamente sus diferentes partes y, luego, con un sentido común fuera de lo común, abordaba las posibles soluciones intentando integrar distintos puntos de vista.
Y lo que no tenía solución, no era un problema. Un día, un ministro le comentó que tenía un gran problema porque, para cerrar su presupuesto, necesitaba una cantidad ingente de dinero. Solbes, con su característica flema, le miró y dijo: “Entonces esto no es un problema. Problema sería si necesitaras cinco o diez millones, pues entonces habríamos tenido que discutir entre todos de dónde los sacábamos. Pero esta es una cantidad imposible. Y, por tanto, no hay problema”. Sentido común.
Echaremos de menos a un europeísta convencido al que, incluso, sus rivales políticos le han reconocido siempre sus buenas intenciones, elegancia, inteligencia e integridad.
Siempre decía que había tenido mucha suerte en la vida, sin darse seguramente cuenta de que, con su bonhomía, humor socarrón, afabilidad, dedicación y entrega a lo público y compromiso con la igualdad, éramos los que le rodeábamos los afortunados. Descanse en paz.
David Vegara es exsecretario de Estado de Economía; Carlos Ocaña, exsecretario de Estado de Hacienda; y Juana Lázaro, exsubsecretaria del Ministerio de Economía y Hacienda
Sigue toda la información de Economía y Negocios en Facebook y Twitter, o en nuestra newsletter semanal