Cae una banda criminal que estafó 250.000 euros tras suplantar identidades de 140 clientes de banca
La Policía Nacional detiene a 39 personas en Madrid y Toledo sospechosas de varios delitos de estafa, falsedad documental, usurpación de estado civil y tráfico de drogas
La Policía Nacional ha desmantelado una organización criminal afincada en las provincias de Madrid y Toledo que, presuntamente, estafó unos 250.000 euros tras suplantar identidades de 140 clientes de banca. Un total de 39 personas han sido detenidas durante el operativo como presuntos responsables de los delitos de pertenencia a organización criminal, estafa, falsedad documental, usurpación de estado civil y tráfico de drogas, entre ellos el líder de la organización, según informó este viernes la Policía Nacional en un...
La Policía Nacional ha desmantelado una organización criminal afincada en las provincias de Madrid y Toledo que, presuntamente, estafó unos 250.000 euros tras suplantar identidades de 140 clientes de banca. Un total de 39 personas han sido detenidas durante el operativo como presuntos responsables de los delitos de pertenencia a organización criminal, estafa, falsedad documental, usurpación de estado civil y tráfico de drogas, entre ellos el líder de la organización, según informó este viernes la Policía Nacional en un comunicado.
En el marco de la operación han sido registrados 15 domicilios, donde se han intervenido más de 300 documentos de identidad españoles sustraídos, un vehículo de alta gama, joyas, estupefacientes, así como ordenadores, teléfonos móviles y documentación.
La investigación se inició en enero tras conocer la existencia del grupo, especializado en estafas bancarias y financieras. Las pesquisas de los agentes permitieron conocer el funcionamiento de la red criminal, que contaba incluso con un grupo de carteristas que se dedicaban a sustraer documentaciones en el transporte público. Estos se las facilitaban a la organización, quienes las utilizaban para hacerse pasar por clientes ante entidades bancarias y abrir nuevas cuentas o adquirir vehículos.
En la cúspide de la organización se encontraba el cabecilla de la trama. Bajo su mando inmediato, se situaban personas encargadas de conseguir la documentación y su posterior reparto, así como de la confección de los grupos de trabajo que se encargaban de desplazarse y actuar por las diferentes oficinas bancarias.
El escalón inferior, según la investigación, estaría conformado por el aparato de captación, encargado del reclutamiento y formación de las personas que actuaban en las oficinas bancarias, las que se hacían pasar por los clientes a los que se les había robado la documentación para conseguir sus cuentas bancarias y desviar fondos o sacar dinero en efectivo. Estos servicios eran remunerados con pagos en metálico o mediante sustancias estupefacientes a personas desfavorecidas que captaban desde el local donde operaba el líder de la organización, llegando a emplear métodos coercitivos.
Estos grupos de actuación siempre estaban compuestos por un individuo de la máxima confianza de la cúpula. Este, según los investigadores, disponía de la autonomía suficiente para la ejecución de las órdenes oportunas a los individuos que se personarían en las ventanillas bancarias o realizarían las trasferencias a terceros miembros. Para ello no dudaban en adoptar apariencias similares a la de sus legítimos dueños, haciendo uso de elementos de disfraz si era necesario, según el comunicado.
La metodología consistía en comprobar la existencia y funcionamiento de las cuentas corrientes de las víctimas mediante la petición de saldo o realizar un microingreso. Posteriormente procedían a la modificación del teléfono y correo electrónico, elementos de contacto entre banco y cliente, “secuestrando” la cuenta, al disponer de las comunicaciones de seguridad y uso de su banca electrónica.
También, previa solicitud de la situación global de la cuenta, llevaban a cabo el reintegro en efectivo del dinero o el desvío a otras cuentas controladas por la organización. A su vez disponían de una red de personas a sueldo que de manera inmediata sacaban en efectivo el máximo capital posible y lo transferían a terceras cuentas, con la intención de dificultar el seguimiento y trazabilidad del dinero ante la posibilidad de que estas quedaran bloqueadas, una vez la víctima denunciara los hechos.
La organización contaba con la ayuda de otros delincuentes, según los investigadores. Estos, a través de equipos informáticos, eran capaces de confeccionar nóminas y vidas laborales para dar apoyo y mayor credibilidad a las operaciones financieras que realizaban con los DNI sustraídos. Estas operaciones no solo se ceñían a las estafas en bancos o contratación de líneas de crédito online, sino que incluía el tráfico ilícito de vehículos con la adquisición de automóviles de alta gama.
Tras adquirir los turismos con financiación obtenida empleando los documentos falsificados, los revendían en el mercado negro del norte de África antes de que se descubriera el impago a las financieras y así evitar posibles órdenes de embargo que pudieran bloquear su salida de España. Uno de estos vehículos pudo ser recuperado cuando se disponían a embarcarlo en un buque con destino a Argelia.