El desembarco catarí en España: lluvia de millones en inversiones y gas para depender menos de Argelia
El emirato se compromete con el Gobierno a aumentar su capacidad de suministro de energía a medio y largo plazo, pero ve difícil cubrir la brecha en lo más inmediato
En tiempos de carestía energética y tipos de interés al alza, pocas cosas motivan más que una promesa de suministro garantizado a largo plazo y un chute inversor. Consciente de ello, y con la chequera repleta gracias la escalada de precios, una nutrida delegación qatarí —comandada por el emir Tamim bin Hamad Al Thani— ha copado esta semana buena parte de las plazas hoteleras cinco estrellas de Madrid en una visita de Estado en la que ha presentado ...
En tiempos de carestía energética y tipos de interés al alza, pocas cosas motivan más que una promesa de suministro garantizado a largo plazo y un chute inversor. Consciente de ello, y con la chequera repleta gracias la escalada de precios, una nutrida delegación qatarí —comandada por el emir Tamim bin Hamad Al Thani— ha copado esta semana buena parte de las plazas hoteleras cinco estrellas de Madrid en una visita de Estado en la que ha presentado sus credenciales de futuro: más de 4.700 millones en renovables y digitalización, y una tentadora oferta para depender menos de Argelia y dar esquinazo definitivo al gas ruso.
El momento elegido para el primer viaje —al menos, en forma de visita oficial— del dirigente catarí a España no podría ser más propicio. Primero, porque Europa busca a la desesperada fórmulas para cuadrar el intrincado círculo energético tras dejar patente su ambición de cortar amarras con Moscú. Segundo, porque la relación con Argelia —hasta hace pocas fechas, el primer suministrador español de gas— no pasa precisamente por su mejor momento y cualquier alternativa es vista con buenos ojos tanto en La Moncloa como en los principales centros de poder energético. Y tercero, porque tras el trago amargo de la covid —y con una recuperación más débil de lo inicialmente previsto— el maná inversor tiene un significado especial.
El anuncio llegó durante la cena de gala celebrada el martes por la noche en el Palacio Real. En el discurso que traía escrito, el emir aseguraba que había dado “instrucciones” inmediatas “para incrementar nuestras exitosas inversiones en España, teniendo en cuenta que Qatar es ya uno de los mayores inversores árabes en España”. Sin embargo, cuando lo leyó, añadió una cifra (5.000 millones de dólares, 4.720 millones de euros) que no figuraba en el texto distribuido a la prensa y que pasó inadvertida en un primer momento: sus palabras fueron en árabe, sin traducción al inglés ni al español. Hasta que un miembro de su séquito hizo correr la noticia.
Partida energética
Nunca geopolítica, energía y dinero fueron sinónimos tan perfectos como hoy. Qatar juega la partida de la crisis energética con las mejores cartas posibles. El pequeño y riquísimo país árabe —menos de tres millones de habitantes; casi el triple de renta per cápita que España— tiene en su haber las terceras mayores reservas de gas natural del mundo, solo por detrás de dos naciones infinitamente más grandes —Rusia e Irán— y planes para aumentar su capacidad de exportación por barco. Ser el segundo máximo vendedor del gas licuado del mundo no le es suficiente.
El salvavidas, sin embargo, no será inmediato. En plena huida occidental de la energía rusa, fuentes oficiales cataríes reconocen en declaraciones a EL PAÍS que, en lo inmediato, su capacidad de incrementar las ventas es limitada: “En el corto plazo únicamente podemos exportar un 15% más”. Tras Madrid, Al Thani ha pasado por Berlín, la gran capital europea más necesitada de alternativas al gas ruso. Su compromiso con ellos ha sido más nítido: el gas catarí empezará a llegar a Alemania en solo dos años.
Los intereses europeos y los cataríes, sin embargo, no están del todo alineados: sabedores de que la transición energética necesariamente reducirá la demanda de combustibles fósiles, los primeros quieren contratos de no muy larga duración. Doha, por el contrario, busca acuerdos de “muy largo plazo”: el gas, consideran, seguirá presente en la matriz energética más tiempo de lo inicialmente previsto. Y las inversiones necesarias para exportar gas a gran escala requieren un horizonte amplio de flujos de caja sostenidos en el tiempo.
Aunque energía e inversiones coparon la mayor parte de las conversaciones entre ambos países, no fue ni mucho menos el único tema que se tocó. Las fuentes cataríes consultadas por este diario confirman que se habló, también, del acuerdo nuclear con Irán. Destrabar esa negociación, estancada en los últimos meses, es una condición sine qua non para el regreso de su petróleo al mercado internacional.
Trato preferencial
Todas las instituciones españolas se volcaron con Tamin bin Hamad Al Thani. En un gesto infrecuente, el rey se acercó el lunes por la tarde al Palacio del Pardo, residencia de los jefes de Estado extranjeros de visita en España, para saludarlo antes de que al día siguiente se produjera el recibimiento oficial. El Gobierno otorgó el Collar de la Orden de Isabel la Católica al emir y la Gran Cruz (un grado inferior de la misma distinción) a la jequesa, Jawaher Bint Hamad Bin Suhaim Al Thani. Y el Ayuntamiento de Madrid le entregó las llaves de oro de la capital, mientras su alcalde, José Luis Martínez-Almeida, aseguraba que España y el emirato son “el argumento definitivo” frente a quienes consideran que el régimen monárquico es un vestigio del pasado.
Ante la lluvia de millones, las autoridades españolas han optado por poner sordina las críticas a la situación de los derechos humanos en el país invitado, que llevó a Amnistía Internacional y otras ONG a demandar a la FIFA 440 millones de dólares (unos 420 millones de euros) para compensar a los trabajadores inmigrantes que han levantado las infraestructuras del mundial de futbol de Qatar —que se celebra en noviembre— por los “malos tratos” supuestamente sufridos.
La única nota discordante la puso Pablo Echenique, portavoz en el Congreso de Podemos, el socio minoritario del Gobierno de coalición, quien calificó de “teócrata” al emir de Qatar y acusó a su régimen de “masacrar” los derechos de la comunidad LGTBI y las mujeres. El Rey, por su parte, alentó en su discurso del Palacio Real a su ilustre huésped a “avanzar hacia horizontes cada vez mayores de derechos civiles y libertades públicas”, mientras le felicitaba por “las reformas destinadas a mejorar las condiciones de los trabajadores o el significativo nivel de integración de las mujeres cataríes en el mundo laboral”.
En la última década larga, la huella del dinero catarí en la economía española ha crecido de manera exponencial: el fondo soberano del emirato es, desde 2011 accionista de referencia del gigante eléctrico Iberdrola, la mayor cotizada del Ibex; y desde 2015 lo es, también, de El Corte Inglés. Asimismo cuenta con posiciones de control en Colonial y en el grupo hispanobritánico de aerolíneas IAG —la dueña de Iberia, British Airways o Vueling—. Un invesor catarí también tiene el 5,1% de PRISA, sociedad editora de EL PAÍS.