Opinión

España acaricia el Tesoro común

La caja común europea de emisiones de deuda comunes está aún lejos.

La vicepresidenta primera y ministra de Asuntos Económicos y Transformación Digital, Nadia Calviño.MINISTERIO DE ASUNTOS ECONÓMICOS (Europa Press)

Pero quizá no tanto. Ayuda el éxito del endeudamiento común en marcha para financiar el Plan de recuperación Next Generation-EU (NGEU). Aunque se despliega sin alharacas, es rutilante.

Lo es porque triunfa en el mercado: ha respondido a la oferta de las emisiones de deuda ya realizadas con una demanda que multiplicaba al menos por siete la oferta. Y algo similar se produjo ya antes con el Fondo SURE (que financia los ERTE o el similar Kurzarbeit para conservar los empleos en las recesiones, evitando su destrucción.

Ambos tipos de deuda han gozado de tipos bajísimos (la últ...

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Pero quizá no tanto. Ayuda el éxito del endeudamiento común en marcha para financiar el Plan de recuperación Next Generation-EU (NGEU). Aunque se despliega sin alharacas, es rutilante.

Lo es porque triunfa en el mercado: ha respondido a la oferta de las emisiones de deuda ya realizadas con una demanda que multiplicaba al menos por siete la oferta. Y algo similar se produjo ya antes con el Fondo SURE (que financia los ERTE o el similar Kurzarbeit para conservar los empleos en las recesiones, evitando su destrucción.

Ambos tipos de deuda han gozado de tipos bajísimos (la última a largo plazo, del 0,14%). Ligeramente más costosos para el sector público que las lanza (y las repaga) que los bonos de Alemania y otros países más prósperos. Razón por la cual son indoloros para estos: no les quitan clientela.

Y al tiempo, como gozan de la mejor calificación de las agencias, la triple A, inalcanzable para los países vulnerables con primas de riesgo más altas, son directamente benéficos para estos (SURE) e indirecta pero tangiblemente (los NGEU). Es una operación win-win. Todos ganan.

Y gana el conjunto: al prefigurarse nuevos impuestos comunes para financiar el presupuesto de la UE; al afianzarse una mayor potencia económico-institucional europea, y al evitarse la fragmentación financiera Norte-Sur que ocasionó la Gran Recesión de 2008/2011. Las grandes crisis volverán. Las dos que llevamos en poco más de una década han desmentido no solo a los neoliberales intempestivos sino también a los seráficos como Francis Fukuyama, el autor de El fin de la historia, 1992.

Esos cracks se enderezan con una combinación de instrumentos fiscales, monetarios y financieros: recuerden cómo en otoño de 2008, Bush II lanzó sus cañones Berta para salvar la banca, en complicidad con Ben Bernanke (Reserva Federal), Henry Paulson (secretario del Tesoro) e incluso Sheila Bair (jefa del Fondo de Garantía de Depósitos).

En Europa nos faltan, en su plenitud, esos dos últimos instrumentos: Tesoro y FGD. Del éxito futuro de las emisiones, y de la adecuada ejecución nacional del NGEU depende la pavimentación del camino hacia el Tesoro común, hito de la unión fiscal. Pues si lo iniciado funciona en beneficio de todos, el incentivo para profundizar en ello será mayor.

Los españoles han empujado con fuerza en favor del binomio deuda permanente/Tesoro europeo. La propuesta de Nadia Calviño al Eurogrupo al iniciarse la pandemia incluía la creación de “deuda perpetua apoyada en los mecanismos legales existentes”, prefiguración del Tesoro común (Spain’s non-paper on a European recovery strategy, 19/4/2020),

El flamante director de Economía del BCE, Óscar Arce, proponía en esas fechas un fondo a “mantener de forma permanente”, y con “capacidad para comprar deuda de los Estados miembros” a fin de evitar el colapso fiscal de los más débiles (Reflexiones sobre el diseño de un fondo de recuperación, BdeE, 2020)).

Y, oteador impenitente, José Ignacio Crespo argumentaba hace 12 años que la “armonización fiscal” será conveniente, pero no indispensable para una Hacienda común; no lo es en España (Una herramienta para la crisis: Tesoro Único Europeo, Elcano, ARI, 19/2/2009). Hay doctrina.

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