Los adolescentes saludan y despiden a la peseta
Jóvenes que no han convivido con la moneda de sus padres y abuelos acuden al Banco de España a cambiarlas por euros en el último día en el que podían hacerlo
Ahora sí, toca despedirse de la peseta. Definitivamente. Desde este miércoles, esas aleaciones que han dibujado parte de la historia de España solo tendrán valor sentimental. Ya no pueden cambiarse por euros. La despedida ha sido larga: más de 19 años ha estado el Banco de España canjeándolas por la moneda comunitaria. Aun así, la cola para que los más rezagados se deshicieran de las pesetas rodeaba por la mañana la manzana de la calle de ...
Ahora sí, toca despedirse de la peseta. Definitivamente. Desde este miércoles, esas aleaciones que han dibujado parte de la historia de España solo tendrán valor sentimental. Ya no pueden cambiarse por euros. La despedida ha sido larga: más de 19 años ha estado el Banco de España canjeándolas por la moneda comunitaria. Aun así, la cola para que los más rezagados se deshicieran de las pesetas rodeaba por la mañana la manzana de la calle de Alcalá, en Madrid. Hasta 5.000 personas han llegado a acumularse a las puertas de la entidad, protegidos por la sombra de la fachada del banco, en una espera que superaba las tres horas.
Aunque la edad media en la cola era elevada, muchos jóvenes han aprovechado para dedicarle un día a la peseta. Esta ha sido, probablemente, la primera y última vez que iban a tocar una. Y todos estaban ahí por el mismo motivo: “Si hago la cola, lo que cambie me lo quedo”, bromeaba Ainhoa Hortelano, de 19 años. Tenía claro que en su pesada bolsa de plástico tenía el equivalente a 37 euros, aunque no sabía traducirlo a la lengua antigua. “En pesetas... ¿4.000? Puede ser. No, ¿24.000? Buah, no sé... Lo que tengo claro es que me lo fundiré todo mañana en las rebajas”.
Pese a los avisos y las largas esperas que se han visto estos días en todas las sucursales del Banco de España, lo que se ha vivido en la mañana del miércoles en la calle de Alcalá ha sido una auténtica avalancha, que ha comenzado a las cinco de la mañana. “Así somos, todo a última hora”, reconocía con humor Jesús Losada, de 21 años, que llevaba dos monedas de plata de su abuelo.
Alrededor de las 10.30 de la mañana, la Guardia Civil ha tenido que cerrar la cola, que daba la vuelta al edificio, lo que ha provocado más de un disgusto, con gente que venía con bolsas cargadas de pesetas que se quedarán sin canjear. “Si fuese poco, me daría igual”, le reprochaba una mujer a un agente entre sollozos. Ayer mismo encontró 18.000 pesetas (108 euros) en una tinaja de casa de su padre. La solución para algunos de los que se han quedado fuera: improvisar un mercado de trueque de pesetas a las puertas del Banco de España.
Este miércoles, había al menos dos decenas de chicos y chicas que no llegarían a los 25 años y que hasta ahora solo habían visto las pesetas en algún cajón de casa, por lo que no había forma de sacar emoción a la despedida de una moneda que circuló por España durante 134 años, hasta marzo de 2002. “Para mí no significan nada, no viví con ellas”, reconocía Mario Rodríguez, que nació en 2003. Lo mismo para Unai Martínez, también de 18 años, que se plantó este miércoles en el Banco de España sin haber dormido la noche anterior, pero le merecía la pena por los 70 euros que se sacó después cambiando los billetes de su tía.
Entre las nuevas generaciones también había niños que acompañaban a sus padres y abuelos a canjear pesetas y que, al contrario de lo esperado, no habían madrugado en contra de su voluntad. “Ha sido ella la que se ha dedicado estos días a buscar pesetas por casa”, aseguraba Sagrario, señalando a su hija María, de 10 años. “Sabía que existían por la tele, estaban en una caja”, añade con una sonrisa la niña. Su premio: se comprará un juguete que lleva tiempo pidiendo a sus padres.
Más allá de estas anécdotas, para el resto de los asistentes la mañana fue de despedida. “Las he dado todas, yo ya estoy en la vida del euro”, opina Josefina García a sus 75 años, que hasta ahora había guardado las pesetas en recuerdo de su marido recientemente fallecido: “Él las guardaba con mucha ilusión. Era muy alegre y se creía que tenía una fortuna, aunque solo teníamos 6.000 pesetas [36 euros]”. Por su parte, Charo Valero, de 66 años, reconocía ser más práctica: “Tengo tendencia a acumular cosas, pero hay que aprender a decir que no, ¿para qué las necesito?”.
El Banco de España ya advertía desde hace meses que el 30 de junio sería el último día para cambiar las viejas monedas, y en mayo aún quedaban en manos de los españoles pesetas por valor de 1.585 millones de euros —800 millones en billetes, y 785 millones en monedas—, superando el valor en Bolsa de la farmacéutica española PharmaMar o el equivalente a uno de los 10 patrimonios más ricos de España, no lejos de la fortuna del presidente de ACS y del Real Madrid, Florentino Pérez.
De hecho, el Gobierno amplió el plazo para el intercambio de monedas, que inicialmente acababa el 31 de diciembre de 2020. A medida que se ha ido acercando el fin del canje de pesetas, el proceso se ha ido acelerando, reconocen desde el Banco de España. Si a comienzos de año se entregaban unos 300.000 euros a la semana, entre el 21 y el 25 de junio el importe cambiado superó los 2 millones de euros.