Aurelio Desdentado: la honestidad del buen jurista
El magistrado fallecido fue clave en la construccíon del Derecho del Trabajo en España desde la transición
Cuando sucede una tragedia personal, como el fallecimiento de un amigo con una enorme relevancia profesional, resulta de justicia tener la oportunidad de alabar su gran influencia, su buen hacer y enorme valía, tanto en lo profesional como en lo personal. En el caso de Aurelio Desdentado Bonete todo ello resulta muy fácil y nada impostado, porque realzando su figura se refleja con naturalidad todo lo que ha significado como una persona, sin exageración, clave en la construcción del Derecho del Trabajo y de la Seguridad Social desde los momentos iniciales de la transición política.
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Cuando sucede una tragedia personal, como el fallecimiento de un amigo con una enorme relevancia profesional, resulta de justicia tener la oportunidad de alabar su gran influencia, su buen hacer y enorme valía, tanto en lo profesional como en lo personal. En el caso de Aurelio Desdentado Bonete todo ello resulta muy fácil y nada impostado, porque realzando su figura se refleja con naturalidad todo lo que ha significado como una persona, sin exageración, clave en la construcción del Derecho del Trabajo y de la Seguridad Social desde los momentos iniciales de la transición política.
Para quienes no tuvieron la suerte de conocerle personalmente, es imprescindible recordar que Aurelio comenzó su carrera profesional como abogado laboralista en un prestigioso despacho de abogados, trabajó para la Administración laboral especialmente en el ámbito de la Seguridad Social, actuó como árbitro en el sistema de resolución de conflictos laborales, fue profesor de la disciplina en las Universidad Autónoma de Madrid y en la Carlos III de Madrid. Ha recibido amplios reconocimientos, por parte de las asociaciones de laboralistas, de parte de las organizaciones sindicales y empresariales, destacando especialmente la concesión de la Gran Cruz de la Orden de San Raimundo de Peñafort.
Su labor como autor de múltiples publicaciones resulta de enorme influencia, comenzando por demostrar un conocimiento pleno de los entresijos de nuestro sistema de Seguridad Social, a lo que siguió el amplio recorrido por materias de negociación colectiva, preocupación por los problemas derivados de la temporalidad en nuestro mercado de trabajo, la complejidades del proceso laboral, el impacto de protección de datos sobre lo laboral, incluidos en los últimos tiempos los estudios de las reestructuraciones empresariales desde la perspectiva del análisis económico del derecho.
Pero, sobre todo, su trayectoria de mayor alcance queda marcada a partir de su nombramiento en 1986 como Magistrado del Tribunal Supremo, en su Sala de lo Social, donde desplegó una tarea de enorme influencia en la conformación de la doctrina de esta sala hasta su jubilación en 2014. Durante casi tres décadas constituyó un referente indiscutible dentro de la Sala, con aportaciones imaginativas de respuesta a difíciles encrucijadas jurídicas, que han dejado amplia huella en una de las etapas más brillantes de la jurisprudencia laboral.
Quienes tuvimos la fortuna de conocerlo como jóvenes profesores y profesoras, siempre teníamos ocasión de aprender de sus conocimientos, que transmitía con enorme generosidad. Sin llegar a ser carrera académica en el sentido más tradicional del término, su participación en este terreno resultó de gran influencia para muchos profesionales de muy diversos ámbitos. Era de una generosidad digna de resaltar, pues no tenía reparo alguno en compartir ideas propias y profundamente construidas, posteriormente publicadas en coautoría.
Su actividad no se plasmó exclusivamente en lo jurídico laboral, sino que también se proyectó en otros ámbitos, como su notable afición a la literatura y, en definitiva, en un amplísimo bagaje cultural. Baste con recordar su colaboración en el libro El Derecho del Trabajo en la literatura, con su inestimable aportación sobre Casa desolada, acercándonos a muchos a la lectura de Charles Dickens o su recurrente consejo de lectura de La Montaña Mágica de Thomas Mann, por ser uno de sus favoritos.
Aurelio Desdentado era en lo personal alguien excepcional, por cuanto que al tiempo que defendía con convicción, profundidad y coherencia sus criterios, lo hacía siempre con amabilidad, elegancia, fino humor y nada presuntuoso. Porque, en definitiva, Aurelio Desdentado era, en el sentido machadiano del término, un hombre bueno.
Magdalena Nogueira Guastavino es catedrática de Derecho del Trabajo y Seguridad Social en la Universidad Autónoma de Madrid y Jesús Cruz Villalón es catedrático de Derecho del Trabajo y Seguridad en la Unisersidad de Sevilla.