Tras la lluvia de los eurobonos
Circulan tres propuestas para avanzar en ese proyecto de Europa que ha logrado emitir 800.000 millones de deuda conjunta
La construcción europea es de dinámica rumiante: las realidades de hoy arrancan de ideas veteranas, adelantadas a su tiempo, que se han aplicado tras el acicate de alguna crisis y un largo plazo de digestión indispensable a fin de superar los rechazos. Así sucedió el año pasado con el alumbramiento de la decisión de emitir eurobonos para financiar el plan de recuperación Next Generation EU (NGEU). Su precedente inmediato, los que están recaudando 100.000 millones para nutrir el reaseguro de desempleo SURE, ya cabalgan. Pero antes hubo el intento del Libro Blanco sobre el empleo de Jacques Delo...
La construcción europea es de dinámica rumiante: las realidades de hoy arrancan de ideas veteranas, adelantadas a su tiempo, que se han aplicado tras el acicate de alguna crisis y un largo plazo de digestión indispensable a fin de superar los rechazos. Así sucedió el año pasado con el alumbramiento de la decisión de emitir eurobonos para financiar el plan de recuperación Next Generation EU (NGEU). Su precedente inmediato, los que están recaudando 100.000 millones para nutrir el reaseguro de desempleo SURE, ya cabalgan. Pero antes hubo el intento del Libro Blanco sobre el empleo de Jacques Delors, en 1993, semiabortado por los ministros de Finanzas.
La lluvia de los nuevos eurobonos ascenderá a unos 800.000 millones, porque regará por fases, actualizando en varios años los 750.000 millones previstos en julio. ¿Cuál será el escenario inmediato tras ponerse en marcha? ¿Cómo se activará el futuro de esa Europa en modo Hamilton-2? Hay al menos tres propuestas en el mercado de ideas. Ahí van, por orden de viabilidad temporal:
Primera: ampliar el tamaño de la emisión, en cuanto se evidencie que la cuantía prevista es insuficiente. La formuló el Tribunal de Cuentas de la UE: “Los nuevos paquetes financieros, pese a su magnitud, se basan en las previsiones de primavera de la Comisión, que presentaban importantes riesgos de evolución a la baja” (al pronosticar un rebote del PIB del 6,3% en 2021, que ha reducido después al 4,2%), por lo que puede “ser necesario revisar el impacto estimado del instrumento, su importe o su estructura” (Riesgos y oportunidades de la respuesta de la política económica de la UE a la crisis de la covid-19, Análisis número 06, 10/12/2020). Es la menos difícil de aceptar por los recelosos, porque no supone necesariamente un salto de naturaleza cualitativa, sino solo cuantitativa.
Segunda: convertir el plan temporal en permanente. Lo sugirió muy pronto la presidenta del BCE, Christine Lagarde: “Incluso aunque el NGEU sea temporal, solo el potencial de activar esa herramienta para crisis futuras constituye ya un poderoso cambio en la estructura de la Unión”, escribió el 23 de septiembre en su blog (Europe response to the crisis, ECB). “Deberíamos discutir la posibilidad de que permanezca en la caja de herramientas europea para que pueda ser utilizado de nuevo”, reiteró después (a Le Monde, 19/10/2020). Le ha recogido el guante uno de los más influyentes economistas europeos, Paul de Grauwe: “La Comisión emitirá bonos para sufragar” el plan, “y cuando lleguen los vencimientos de la deuda, ¿qué hará?; a mi juicio, emitir más bonos”, acaba de declarar a Lluís Pellicer (EL PAÍS, 2 de enero). Es la creación de un Tesoro europeo por la vía pragmática y progresiva, esa marca de la casa.
Tercera: bonos perpetuos. Es la reformulación realizada por el profesor Massimo Amato de la propuesta (casi imposible) de anular las deudas estatales, y europea, contraídas para combatir la recesión pandémica: se convertirían “en deuda perpetua”. Representa el retorno al documento español del 19 de abril al Eurogrupo: propugnaba que el entonces llamado “fondo de recuperación” debía “ser financiado mediante deuda perpetua de la UE, garantizada por los mecanismos legales existentes” para nutrir al presupuesto común, “que apuntalan la calificación triple A de las instituciones” comunitarias (Spain’s non-paper on a european recovery strategy).
En la versión de Amato, “el BCE podría pasar los títulos que ha adquirido a una agencia europea de la deuda, que suministraría a los Estados la liquidez necesaria para pagar las deudas nacionales a su vencimiento”, siempre que cumpliesen las condiciones de “un pacto de estabilidad renovado”. La agencia “concederá sus préstamos perpetuos y se realimentará en el mercado emitiendo obligaciones comunes, con vencimientos a plazo, pero renovables indefinidamente”. El mismo organismo “podría financiar las renovaciones de la deuda pública europea”, que “tampoco debe ser pagada, sino servida, es decir, perpetuada” (Debito pubblico: non è da cancellare, má da rinovare all’infinito, Valori, 25/11/2020). Es un planteamiento que asume y rescata el endeudamiento pasado a la par que federaliza la deuda futura.