Las tecnológicas golpean a Wall Street por tercera jornada consecutiva y arrastran a las Bolsas europeas
Sin grandes motivos de fondo, más allá de la renovada tensión entre EE UU y China, los analistas apuntan a la recogida de beneficios obtenidos durante la pandemia como explicación más plausible
Al alza o a la baja, las Bolsas bailan al son de las tecnológicas. La fuerte corrección en el valor de los gigantes del sector, el mismo que en los últimos tiempos habían llevado a los parqués estadounidenses a revalidar sus máximos, ha provocado este martes una caída sustantiva en los principales selectivos europeos. El Ibex 35 español ha cerrado con una caída del 1,78%, con casi todos sus valores en rojo y liderando los recortes en el Viejo Continente. El crudo, un buen termómetro del optimismo o pesimismo de los inversores sobre la salud de la economía mundial —la cotización de pocos bienes...
Al alza o a la baja, las Bolsas bailan al son de las tecnológicas. La fuerte corrección en el valor de los gigantes del sector, el mismo que en los últimos tiempos habían llevado a los parqués estadounidenses a revalidar sus máximos, ha provocado este martes una caída sustantiva en los principales selectivos europeos. El Ibex 35 español ha cerrado con una caída del 1,78%, con casi todos sus valores en rojo y liderando los recortes en el Viejo Continente. El crudo, un buen termómetro del optimismo o pesimismo de los inversores sobre la salud de la economía mundial —la cotización de pocos bienes está tan relacionada con el crecimiento—, se sumaba también a los retrocesos y penalizaba a petroleras como la española Repsol o la francesa Total.
El índice estadounidense de valores tecnológicos, el Nasdaq, cerró este martes como la víspera y el viernes pasado: con números rojos, aún mayores que en las jornadas anteriores. Tras caer algo más del 4% en la jornada, acumula ya una caída de doble dígito desde máximos y arrastra consigo al S&P500 —el principal selectivo de Wall Street—, que se dejó casi un 3% en la sesión y que cerró en mínimos de cuatro semanas.
Sin grandes motivos de peso, muchos interpretan este movimiento a la baja como una simple toma de beneficios tras la fuerte subida acumulada durante la pandemia, un periodo en el que los valores tecnológicos han volado alto. Quizá demasiado: la asincronía con una economía real que atraviesa uno de sus momentos más delicados desde el fin de la Segunda Guerra Mundial. La firma automotriz Tesla, una de las grandes estrellas de los últimos meses, retrocedió un 21% este martes —la mayor caída de su historia— y elevaba hasta casi el 35% su caída en lo que va de septiembre. Fue la gran golpeada de la sesión, pero no la única: Apple se dejó casi un 7%, Microsoft un 5%, y Amazon y Facebook algo más de un 4%.
“Todavía nos mantenemos muy por encima de los niveles a los que podríamos considerar que las acciones tienen un valor justo”, apunta a Bloomberg el analista financiero Tom Essaye, ex del banco de inversión Merrill Lynch. “Y aunque las perspectivas siguen siendo, en general, constructivas para las Bolsas a largo plazo, también hay espacio a la baja ante cualquier contratiempo”.
A las caídas de este martes también han contribuido las dudas sobre la relación futura entre las dos mayores potencias del planeta, Estados Unidos y China, después de que Donald Trump apostase por reducir la dependencia del gigante asiático y amenazase a las empresas estadounidenses que crean empleo allende las fronteras y no dentro del país norteamericano. “Haremos de EE UU un superpoder productor mundial y finalizaremos de una vez por todas la dependencia de China, ya sea separándonos o imponiendo tarifas masivas como he estado haciendo”, dijo Trump. Ambos anuncios suenan más a propaganda electoral, con los comicios del 4 de noviembre a las puertas, que a posibilidad real. Pero el mero runrún de la tensión comercial es suficiente para desatar las dudas entre algunos inversores.
La reciente corrección bursátil abona el terreno para la paradoja. Cuando suben las grandes tecnológicas, suben fundamentalmente los índices estadounidenses (donde cotiza la mayoría de estas compañías), pero cuando caen también arrastran consigo —a veces en mayor medida— al resto de valores al otro lado del Atlántico. El resultado: una brecha cada vez mayor entre unos selectivos europeos rezagados y sus pares estadounidenses.