Pantallas para el distanciamiento físico (no social)
Un taller artesanal de Barcelona reorienta parte de su producción a la fabricación de mamparas
Tres hermanos inquietos encerrados en casa, por un lado. Y Buenatelier, su empresa de enmarcación a medida, en el dique seco porque hacía semanas que no parpadeaban sus móviles ni sus correos con algún pedido. Pero no estaban dispuestos a arruinarse. “Pensamos que todo el mundo iba a necesitar mamparas de separación, teníamos algo de metacrilato y maderas y nos bajamos al taller los tres a probar algunos modelos”, dice David González, consejero delegado de l...
Tres hermanos inquietos encerrados en casa, por un lado. Y Buenatelier, su empresa de enmarcación a medida, en el dique seco porque hacía semanas que no parpadeaban sus móviles ni sus correos con algún pedido. Pero no estaban dispuestos a arruinarse. “Pensamos que todo el mundo iba a necesitar mamparas de separación, teníamos algo de metacrilato y maderas y nos bajamos al taller los tres a probar algunos modelos”, dice David González, consejero delegado de la firma, que abrió hace tres años.
Diana. La idea era buena. Elaboraron un pequeño catálogo, mandaron esos primeros prototipos a numerosos amigos y conocidos y consiguieron despertar su interés. Montaron una web muy sencilla ellos mismos y empezaron a enviar su propuesta a diestro y siniestro. Aparecieron los primeros pedidos: inmobiliarias, notarías, peluquerías, panaderías, oficinas (como la de Garmin) y una agencia de publicidad (Mokkom) fueron sus primeros clientes. En solo dos semanas facturaron 25.000 euros (cuando sus números anuales no pasan de los 120.000). “Cada día sacamos una idea o una pantalla nueva porque cada espacio tiene sus necesidades y sus tamaños”, explica.
Los precios de las pantallas oscilan entre 25 y 180 euros (transporte incluido), en función del tamaño y han contado con la ayuda de PYMEC (Pequeña y Mediana Empresa de Catalunya) para difundir su oferta. “Ahora el problema es el metacrilato porque en todo el mundo ha habido una avalancha de peticiones y los proveedores (en Alemania, China, Turquía y EE UU) no dan abasto”, revela el emprendedor, que siente que dan un paso atrás en relación a los materiales usados porque antes eran 100% ecológicos y reciclados y ahora, con las mamparas, no paran de usar plástico y policarbonatos. “Nos da pena, pero hay que adaptarse”.
El negocio de la enmarcación a medida tiene márgenes estrechos y cada vez menos demanda. Poco a poco van desapareciendo los talleres artesanales como Buenatelier, que surgió como filial de la empresa familiar González & Arte y que tiene, aparte de los tres socios, una persona más en nómina y una comercial. Aún no han cosechado beneficios y no esperan hacerlo hasta dentro de tres años. El coste del packaging y, sobre todo, del transporte es elevado, ya que es un producto muy frágil que se vende de manera unitaria y cada cosa debe ir envuelta primero con una capa protectora para que no toque la caja en la que va metida.
Además, el auge de las grandes superficies también está devorando este sector. “Allí la gente se compra el cuadro ya hecho y enmarcado, aunque todavía hay personas que no encuentran la medida exacta para una foto, un souvenir o un cuadro hecho por ellas mismas. Hay menos mercado pero también somos menos los que enmarcamos”, se consuela González, que vende sobre todo a través del e-commerce en plataformas como Veepee (antes Vente Privée )o páginas web de empresas de decoración. El comercio electrónico mueve ya más negocio que el físico, prescinde del intermediario y contrata directamente a fabricantes, circunstancia a la que se han amoldado los tres hermanos, David, Diego y Daniel González, “pero no es oro todo lo que reluce —aclaran—, se devuelve un 10% de lo que se vende”.
Mientras el mundo siga en la pelea contra el nuevo enemigo invisible, Buenatelier va a continuar plastificando fragmentos de aire para que no se propague el virus ni el miedo y que el distanciamiento físico no se convierta en distanciamiento social.