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El imparable motor de la globalización frente a los populismos

Los expertos reunidos por Cinco Días advierten de dos tendencias imparables: el centro de gravedad del mundo seguirá desplazándose hacia Asia y las grandes tecnológicas acabarán teniendo más poder que algunos Estados

De izquierda a derecha, Cristina Manzano, Santiago Carbó, Francisco Pérez, Fernando Fernández y Antonio Cortina.Juan Lázaro

En 1980 las exportaciones chinas ascendieron a 16.108 millones de euros, apenas un 0,78% del total mundial, y el PIB chino llegaba a 271.762 millones, un 2,74% del total. El poder económico se lo repartían EE UU, Japón, Francia, Alemania y Reino Unido. 40 años después el gigante asiático es la fábrica del mundo, representa el 16% del PIB mundial y el 12% de las exportaciones, y ha tejido una red de alianzas económicas, políticas y sociales con sus países vecinos (Corea, Japón, India, Singapur, Indonesia o Malasia) que amenaza el liderazgo de EE UU y de la Unión Europea.
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En 1980 las exportaciones chinas ascendieron a 16.108 millones de euros, apenas un 0,78% del total mundial, y el PIB chino llegaba a 271.762 millones, un 2,74% del total. El poder económico se lo repartían EE UU, Japón, Francia, Alemania y Reino Unido. 40 años después el gigante asiático es la fábrica del mundo, representa el 16% del PIB mundial y el 12% de las exportaciones, y ha tejido una red de alianzas económicas, políticas y sociales con sus países vecinos (Corea, Japón, India, Singapur, Indonesia o Malasia) que amenaza el liderazgo de EE UU y de la Unión Europea.

Cuatro décadas después, la globalización que ha agitado y acelerado la circulación del capital, la tecnología, el conocimiento y los centros de producción, ha desplazado el centro de gravedad del mundo a Oriente, a China y otros países emergentes. Ahora, millones de personas han superado la pobreza en el mayor ejercicio de prosperidad que haya vivido la humanidad, en lo que ha sido el triunfo inapelable de la economía de mercado. Evitar que los movimientos antiglobalizadores surgidos en los países ricos, y que han alentado los populismos, neutralicen los avances es la tarea de los próximos años. Esa es la principal conclusión a la que llegaron los cinco expertos convocados la semana pasada al primer debate de Foro Futuro, un observatorio de tendencias económicas organizado por Cinco Días y Santander.

Los ponentes que participaron en el encuentro pusieron negro sobre blanco quiénes son los ganadores y los perdedores de ese proceso que ha protagonizado las últimas cuatro décadas, así como los retos y desafíos que plantea. En su exposición inicial, Cristina Manzano, directora de Esglobal, detalló los efectos positivos de ese proceso de integración económica mundial. "La globalización nos ha llevado a la mayor prosperidad que ha vivido la población mundial: ha permitido sacar a 1.200 millones de personas de la pobreza en las últimas décadas (500 de ellos en China), y ha reducido al mínimo histórico el número de conflictos y el analfabetismo. Ha sido una época de progreso muy importante; pero la intensa crisis económica de los últimos años nos ha puesto frente a nuestros fantasmas y ha provocado una ralentización de la globalización", aseguró.

Evolución de las exportaciones en el mundo desde 1980

Y lo primero que ha salido a flote han sido efectos no deseados como el brote de la desigualdad, especialmente en los países desarrollados, y la irrupción del proteccionismo comercial y del populismo político ante esos impactos. "El proceso no ha sido igual entre países y los índices de desigualdad han crecido, sobre todo en EE UU y la UE, los países más avanzados", subrayó Manzano.

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Fernando Fernández, profesor de Economía del IE Business School, no comparte que la recesión haya jugado un papel importante en el frenazo del proceso de globalización. "Lo que sí es destacable es la transferencia de poder que ha generado. Los movimientos antiglobalización han surgido en aquellos países que habían salido ganadores de la primera oleada de globalización y que ahora están perdiendo el paso. En Malasia, Vietnam o Indonesia el 90% de la población está a favor, mientras que en EE UU o en Francia ese mismo porcentaje está en desacuerdo. Aquellos que nos beneficiamos antes, ahora rechazamos que otros hayan aprendido a jugar mejor que nosotros. Hay una respuesta defensiva, que no sirve de nada, porque la partida va a seguir jugándose", recalcó.

Así ha evolucionado el PIB de los países desde 1980

Una batalla en la que China tiene ventaja respecto al resto de naciones, según Fernández, ya que no juega con las mismas reglas que el resto. "China entró en la Organización Mundial de Comercio de una manera desleal, con una posición de ventaja, incumpliendo todas las reglas y la respuesta de Donald Trump ante ese desafío ha sido la guerra comercial. Pero por debajo de todo, lo que subyace a todo, es una lucha por el liderazgo tecnológico. Y aquí es donde China cuenta con verdadera ventaja, ya que no permite el acceso libre a su mercado, no regula la propiedad intelectual y su política la ejerce con las empresas públicas".

En este sentido, Antonio Cortina, director adjunto del Servicio de Estudios de Banco Santander, coincide con Fernández en que ese privilegio de China frente al resto de naciones es anacrónico. "Tenía justificación hace 30 años, pero ahora no lo tiene en temas como la propiedad intelectual o las patentes".

Todos los ponentes destacaron que el proceso de globalización ha sido muy beneficioso, pese a los riesgos surgidos. "Es un éxito global sin paliativos por la gran cantidad de personas que han salido de la pobreza en Asia o el avance de las clases medias en países de Latinoamérica como Brasil, Chile o México. La situación es más controvertida en las sociedades desarrolladas porque la percepción de desigualdad ha crecido y ha impulsado los populismos", subrayó Cortina.

Dos series de fotografías para ilustrar un cambio

Dos de los ponentes en Foro Futuro utilizaron una secuencia de tres fotografías para ilustrar cómo el proceso de globalización ha revolucionado las sociedades desarrolladas y no desarrolladas y cuál ha sido su reacción ante los beneficios y los perjuicios obtenidos.

Cristina Manzano relató el cambio experimentado en China a través de tres fotografías. “La primera es una foto de un aula normal a finales de los 90, en blanco y negro, con el profesor arriba, con alumnos y alumnas ordenados. La segunda es una foto de principios del siglo XXI con pizarras electrónicas y la tercera es una foto en 2016 de un aula en un instituto en el que los alumnos tienen goteros con aminoácidos para permanecer concentrados”.

Fernando Fernández hizo el mismo ejercicio comparando la orla de una clase en un instituto de El Cairo (Egipto). “En los años 50, la imagen era mayoritariamente masculina, de pobreza y de islamismo radical; la de los 90 había una mezcla de mujeres y hombres y todos tenían aspecto moderno y occidental, y la de 2015 solo aparecen mujeres y todas llevan velo”.

Coincidieron también, eso sí, en que es un fenómeno imparable, como consecuencia del papel protagonista que la digitalización está adquiriendo. "El gran motor de la globalización y de las grandes revoluciones es la tecnología. Las posibilidades que ofrece la tecnología son brutales", aseguró Francisco Pérez, catedrático de Análisis Económico de la Universidad de Valencia y director de investigación del IVIE. Viajar en avión por 15 euros, fletar un contenedor desde 10.000 kilómetros o vender bienes a través del comercio online son solo tres ejemplos de esa digitalización.

"El despliegue de la digitalización, que en muchas zonas del globo está comenzando, supondrá un nuevo impulso a la globalización, la convertirá en imparable, y lo hará a ritmos muy fuertes", apostó Santiago Carbó, catedrático de Economía de Cunef. Carbó ejemplificó la magnitud y la velocidad de la digitalización tecnológica en hechos como el ocurrido en India, donde en solo un año se bancarizaron 50 millones de personas. Admitió, no obstante, que tiene que haber parones en el proceso, porque "no se pueden vender iPhones, o comprar y vender con Amazon hasta el infinito".

¿Qué respuesta se debe ofrecer ante los riesgos planteados, que cuestionan el multilateralismo? Pérez considera que esa es una de las grandes incógnitas, toda vez que los países todavía no se han acostumbrado a vivir integrados dentro de una estructura supranacional. "Creo que la globalización plantea desafíos tan grandes que la respuesta es más realista y factible y se tiene que hacer desde fuera de las naciones. En el caso de España sería muy importante que Europa tuviera un papel más activo en ese terreno", señaló.

Fernández también recalcó que la lección más importante que tienen que aprender todos los países es que el proceso de globalización implica cesiones de soberanía. "La UE es una construcción política que implica cesiones de soberanía y la entrada de China en la OMC también implica una cesión a los organismos multilaterales", subrayó. En ese sentido, Cortina recalcó el riesgo de que se retroceda con la irrupción del populismo en Europa. "El problema es que haya una reversión de ese proceso. La respuesta no puede ser menos Europa, sino más Europa".

El difícil reto de regular a Google, Apple o Amazon

Una de las consecuencias de la globalización es la irrupción e implantación planetaria de grandes multinacionales tecnológicas (Google, Amazon, Facebook, Apple, etc.) que alcanzan con sus prácticas una posición de dominio sobre millones de ciudadanos, y que han desplazado en paralelo el protagonismo de los Gobiernos, que tienen muchas veces dificultades para imponer las reglas de juego. "Hay algunas de ellas que tienen más poder que algunos países. Facturan miles de millones de euros y disponen de estructuras complejas que les permiten eludir al fisco de todos los países. Es uno de los grandes desafíos pendientes: cómo regulas a esas tecnológicas, si es pertinente preguntarse si las autoridades de Competencia nacionales o europeas disponen de recursos suficientes para regularlas y entenderlas", alertó Santiago Carbó, catedrático de Economía de Cunef.

En su opinión, la demonización del proceso de globalización continuará ahora con esas empresas. "No hay una idea clara de cómo fiscalizarlas, pero lo que está claro es que todos en el mundo hemos adoptado sus tecnologías, especialmente la población más joven". Carbó recalcó que la clave estaría en que los estados abrieran un diálogo con esas multinacionales para tratar de acordar una regulación homogénea. "No es normal que compitan escasamente entre ellas y que todas vendan cosas diferentes", afirmó en alusión a la posibilidad de prácticas contrarias a la competencia. Un dato que se corrobora con la última multa de la Comisión Europea a Google en marzo, la mayor que ha puesto a la tecnológica: 4.340 millones de euros por abuso de posición dominante.

Cristina Manzano, directora de Esglobal, alertó, sin embargo, sobre las dificultades para liderar un frente común sobre las tecnológicas y sobre otros desafíos como la regulación de los flujos migratorios. "EE UU ya no quiere ser el líder hegemónico. No quiere ser el guardián del mundo nunca más, como se ha puesto de manifiesto. Falta liderazgo político para gestionar el multilateralismo, que necesita una gobernanza global", subrayó.

En este sentido, Francisco Pérez, director de investigación del IVIE, señaló los problemas para responder a los desafíos futuros ante la dificultad para identificar quién debe hacerlo. "Los gobiernos han construido sus modelos de integración en el perímetro exclusivo de la nación. Creo que la respuesta es más realista y factible si se hace desde fuera de las naciones. Pero si se produce de ese modo generaría una aceleración de los movimientos antiglobalización y proteccionistas".

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