Análisis

Cuentas pendientes en la patronal

La candidatura de Antonio Garamendi, que él aseguraba que no decidiría hasta que la directiva de Confemetal le dé su beneplácito el miércoles, despeja incógnitas que vendrán a saldar muchas cuentas pendientes que han estado latentes en el seno de la gran patronal a lo largo del mandato de Juan Rosell, quien quiso aglutinar a sus rivales en las primeras elecciones en un solo cuerpo, al parecer, sin mucho éxito.

La primera, que le da muchos argumentos para que el 5 de noviembre anuncie que se presenta a la reelección, es que no tendrá excusas para completar la limpia que anunció al llegar...

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La candidatura de Antonio Garamendi, que él aseguraba que no decidiría hasta que la directiva de Confemetal le dé su beneplácito el miércoles, despeja incógnitas que vendrán a saldar muchas cuentas pendientes que han estado latentes en el seno de la gran patronal a lo largo del mandato de Juan Rosell, quien quiso aglutinar a sus rivales en las primeras elecciones en un solo cuerpo, al parecer, sin mucho éxito.

La primera, que le da muchos argumentos para que el 5 de noviembre anuncie que se presenta a la reelección, es que no tendrá excusas para completar la limpia que anunció al llegar al mando y que ha hecho en parte. Sin embargo, según ha explicado reiteradamente a quien le haya querido escuchar, no la ha culminado por los obstáculos que encontraba dentro y que tenían que ver con la puesta en marcha de auditorías internas, la limitación de mandatos, la renovación de la cúpula directiva o la implantación de un código ético. Muchas patronales, tanto sectoriales como territoriales, se resisten a aplicar la misma política.

Ahora, desde el momento en que muchos de los que han mantenido esa postura se han identificado como adversarios apoyando a Garamendi, Rosell ya puede actuar sin tapujos. Se da la circunstancia de que dos de ellos, Javier Ferrer y Juan Lazcano, ocupan vicepresidencias, junto a Arturo Fernández y Jesús Terciado, cuyas causas pendientes son una rémora para Rosell.

La segunda incógnita que despeja Rosell es que, pese a los esfuerzos, sus opositores no han logrado encontrar un peso pesado (se tentó a Manuel Pizarro, quien declina toda pelea y no se presenta si no es por aclamación) que arrastrara a la mayoría y le obligara a retirarse. Pese a que Garamendi es un hombre con prédica, no parece tener ese efecto intimidatorio, por lo que Rosell tiene aperos suficientes como para defenderse ante los que, a su juicio, “no quieren perder la poltrona”.

La batalla ha comenzado.

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