Análisis:HISTORIAS DE UN TÍO ALTO | BALONCESTO | NBA

Una temporada para enmarcar

Odiaba la escuela primaria. Tenía que levantarme temprano, me aburría la mayoría de los días y parecía que siempre me tocaba sentarme al lado del chico que olía mal. Pero de vez en cuando había un día bueno. Algo sin importancia salía bien: puede que mi madre me hubiera hecho mi papilla favorita, que mi maestra nos hablara de los dinosaurios o a lo mejor Michael Copenhaver se había dado su baño mensual. Nunca lo sabía a ciencia cierta.

La temporada de la NBA de este año se parece a uno de aquellos días buenos. Es mejor de lo habitual y hay razones para ello. Pero señalarlas con exactitu...

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Odiaba la escuela primaria. Tenía que levantarme temprano, me aburría la mayoría de los días y parecía que siempre me tocaba sentarme al lado del chico que olía mal. Pero de vez en cuando había un día bueno. Algo sin importancia salía bien: puede que mi madre me hubiera hecho mi papilla favorita, que mi maestra nos hablara de los dinosaurios o a lo mejor Michael Copenhaver se había dado su baño mensual. Nunca lo sabía a ciencia cierta.

La temporada de la NBA de este año se parece a uno de aquellos días buenos. Es mejor de lo habitual y hay razones para ello. Pero señalarlas con exactitud es como intentar ligar en un funeral: posible, pero no fácil.

Lo que es seguro es esto: posiblemente estemos presenciando la mejor temporada regular en la historia reciente. Varios jugadores de esos que solo se ven una vez en la vida (LeBron James, Dwayne Wade, Derrick Rose, Kevin Durant) están alcanzando la plenitud mientras que otros (Kobe Bryant, Dirk Nowitzki) ya están en ella. Un par de cambios acertados en las reglas, que disuaden los contactos cerca de la mitad de cancha e impiden a los jugadores ofensivos cometer faltas tontas, han hecho que el juego sea tremendamente rápido.

Después del gris inicio liguero, se ha mostrado de nuevo altamente competitivo

Pero, además, intervienen otros factores. Cuatro de los mejores 10 equipos son los Sixers de Filadelfia, los Nuggets de Denver, los Pacers de Indiana y los Jazz de Utah. Cada uno de ellos juega sin una superestrella (tanto Andre Iguodola como Danny Granger son muy buenos, pero ninguno de los dos es una estrella) y todos ellos juegan como la rueda de una ruleta: en una noche cualquiera, es imposible predecir quién terminará con el balón en las manos. Hasta los equipos con superestrellas (los Heat, los Bulls, los Thunder) parecen entender que solo son buenos cuando juegan como si pudieran soportar la compañía de sus compañeros de equipo.

¿A qué se debe esto? Sería absurdo que dijera que yo, o cualquiera, lo sabe a ciencia cierta. Pero apostaría a que tiene algo que ver con el calendario comprimido de este año después del cierre patronal. Los entrenadores entienden que depender demasiado de un jugador es una receta para el desastre: en una temporada acortada, se imponen las lesiones y el cansancio. Y los jugadores que, normalmente, se pasarían largas noches de invierno jugando mal se sienten animados sabiendo que, gracias a que hay 16 noches menos, cada uno de los partidos de este año vale un 25% más en la posición en la tabla.

En consecuencia, los partidos de este año los están jugando equipos de verdad, con listas de jugadores a los que les importan los resultados de esos partidos. Esos mismos jugadores, aunque posiblemente no sean intercambiables, son lo suficientemente buenos para sustituirse unos a otros y eso nos brinda la mejor temporada regular desde los días en que yo esperaba que mi maestra hablara del tyrannosaurus rex.

Pero es algo que no debemos admitir nunca. Porque he aprendido una cosa más sobre aquellos raros días buenos en el colegio: no era una buena idea decirle a mi maestra que me lo estaba pasando bien. Si lo hacía, seguro que me arruinaba el día poniéndome más deberes o recordándome que ya vendrían los días malos. Por eso, aunque es un año estupendo para ser seguidor de la NBA, no podemos decírselo a los jefes de la NBA. Intentarían apuntarse el mérito, empezarían a pensar demasiado y, en menos que canta un gallo, estarían enviándonos de vuelta a la temporada regular de rigor: el Michael Copenhaver del baloncesto de la NBA.

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