Cartas al director

La dignidad de María Martín

Escuchar y ver el testimonio de María Martín ante el Tribunal Supremo es escalofriante. Setenta y cinco años buscando a su madre y, en todo ese tiempo, ninguna autoridad de cualquier índole de este país le ha ayudado a encontrarla. No es una cuestión de ideologías, ni de revanchas, ni de reabrir heridas. Es una cuestión de dignidad, pero no de la dignidad de María, ya que es imposible tener más dignidad que la demostrada por esta bellísima mujer ante los excelentísimos magistrados del Supremo que están juzgando a la única persona que ha intentado conceder un mínimo amparo a María y a miles de ...

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Escuchar y ver el testimonio de María Martín ante el Tribunal Supremo es escalofriante. Setenta y cinco años buscando a su madre y, en todo ese tiempo, ninguna autoridad de cualquier índole de este país le ha ayudado a encontrarla. No es una cuestión de ideologías, ni de revanchas, ni de reabrir heridas. Es una cuestión de dignidad, pero no de la dignidad de María, ya que es imposible tener más dignidad que la demostrada por esta bellísima mujer ante los excelentísimos magistrados del Supremo que están juzgando a la única persona que ha intentado conceder un mínimo amparo a María y a miles de personas que están en su misma situación. Se trata de la dignidad de España y de todas sus autoridades pasadas y presentes que no han hecho nada por ayudar a María a encontrar a su madre. Una cuestión de dignidad, de dignidad y de vergüenza, porque es vergonzoso ser ciudadano de un país como este. Como dice María, es para "borrarse de ser español".- Alfonso López Guiraúm. Mairena del Aljarafe, Sevilla.

Soy uno de los muchos ciudadanos de este país que siguen con estupor los juicios al magistrado Baltasar Garzón. Preocupa y asusta que nuestro más alto tribunal haya aceptado la iniciativa de un grupo de extrema derecha, Manos Limpias, para sentar al juez en el banquillo y tratar de inhabilitarle en la investigación de los crímenes del franquismo. Y, ya de paso, amedrentar a cualquier magistrado que se atreva a llamar genocidio a dichos crímenes. Pero si alguien tenía alguna duda sobre las verdaderas intenciones de este vergonzoso proceso, basta repasar la estremecedora intervención de María Martín, esa octogenaria que habló el miércoles por primera vez para dar testimonio del horror que ha vivido desde su infancia. Difícil olvidar sus palabras, llenas de verdad y determinación. Y, acto seguido, conviene tomar nota de los intentos del abogado de Manos Limpias por acallar ese y otros testimonios de los represaliados, por ser poco "pertinentes". Vista la reacción del abogado, tengo la impresión de que Manos Limpias se está empezando a arrepentir de haber montado esta farsa procesal que, por fin, ha dado voz a quienes pretendían silenciar para siempre.- Alberto Gil. Madrid.

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