Crítica:rock danny & the champions of the world | música

Nacidos para correr (nena)

El mismo día que Bruce Springsteen anunciaba al mundo la buena nueva de su decimoséptimo álbum, Danny George Wilson recalaba por vez primera en Madrid al frente de la banda que le brinda cobijo desde 2007, Danny & The Champions of the World.

Wilson no es de Nueva Jersey, sino un australiano afincado en Londres, pero su propuesta encontraría acomodo en cualquier garito de la Costa Este proclive al rock de raíz. La sombra de Born to run sigue siendo alargada cuatro décadas más tarde, pero Danny y sus Campeones reverdecen las enseñanzas de El Jefe con un vigor maravilloso. Convencid...

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El mismo día que Bruce Springsteen anunciaba al mundo la buena nueva de su decimoséptimo álbum, Danny George Wilson recalaba por vez primera en Madrid al frente de la banda que le brinda cobijo desde 2007, Danny & The Champions of the World.

Wilson no es de Nueva Jersey, sino un australiano afincado en Londres, pero su propuesta encontraría acomodo en cualquier garito de la Costa Este proclive al rock de raíz. La sombra de Born to run sigue siendo alargada cuatro décadas más tarde, pero Danny y sus Campeones reverdecen las enseñanzas de El Jefe con un vigor maravilloso. Convencidos de que las esquinas del callejero aún esconden historias suculentas.

No era noche para camisetitas como la que lucía Bruce Springsteen en la portada de Born in the USA, pero Wilson se arremangó la camisa negra (hay que presumir de tatuajes), se engominó el flequillo hacia atrás y exhibió su voz más áspera y contundente.

Ya no hay hueco para los remansos bucólicos de su anterior trabajo, el precioso Streets of our time, pero la nueva fe urbana se abraza con toda la convicción y consecuencias. Porque a Danny le escoltan la sonriente Rosalie Deighton en las segundas voces, un malencarado guitarrista con sombrero, un bajista de pulso implacable y, desde luego, las pinceladas abrasivas de un saxofón.

Los temas de la nueva entrega (Hearts & arrows) no aportan elementos novedosos, pero sí una factura sólida y espléndida. Apretujado en el exiguo escenario de la Wurlitzer Ballroom, el sexteto suena compacto y vivificante en pequeñas joyas como Colonel and the King (un homenaje a Elvis Presley con duelo final de guitarras a lo Wilco) o Brothers in the night, fantásticos seis minutos de chisporroteo eléctrico. Hay historias de noches pendencieras, ciudades abrasivas y garitos de horarios laxos, como marcan los cánones. Pero también asistimos al estreno de dos piezas excelentes, Other days y Grab it with both hands, que reculan hacia el soul blanco, acaso para demostrar que Danny también conoce aquel disco perdido de The Boss, The Promise. Los australianos dejaron una impresión estupenda, de banda que merecerá espacios más holgados en próximas ocasiones.

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