Crítica:

Nuevas anotaciones jüngerianas

Del escritor alemán Ernst Jünger (1895- 1998), prolífico diarista, además de novelista y ensayista controvertido, contamos en castellano con casi todos sus diarios: los dos tomos de Radiaciones -de 1939 a 1948- y ahora, al añadir el volumen que reseñamos, con cuatro de los cinco tomos de que consta la serie Pasados los setenta, que comprende las anotaciones de los años 1965 a 1996. Las traducciones son excelentes, tanto las que firmó Sánchez Pascual como las más recientes de Isabel Hernández. Plagados de reflexiones misceláneas, de sueños, cartas y recuerdos de viajes, estos diet...

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Del escritor alemán Ernst Jünger (1895- 1998), prolífico diarista, además de novelista y ensayista controvertido, contamos en castellano con casi todos sus diarios: los dos tomos de Radiaciones -de 1939 a 1948- y ahora, al añadir el volumen que reseñamos, con cuatro de los cinco tomos de que consta la serie Pasados los setenta, que comprende las anotaciones de los años 1965 a 1996. Las traducciones son excelentes, tanto las que firmó Sánchez Pascual como las más recientes de Isabel Hernández. Plagados de reflexiones misceláneas, de sueños, cartas y recuerdos de viajes, estos dietarios aportan el testimonio más directo para conocer la personalidad del autor de Sobre los acantilados de mármol. Frío, cerebral, intelectual hasta la médula, Jünger encarnó en su mediana edad al atildado y culto oficial de la Wehrmacht, paseante vencedor por aquel París que "era una fiesta"; alternaba con intelectuales colaboracionistas o frecuentaba a Picasso y Braque mientras miles de judíos franceses eran deportados a Alemania (él contribuyó a salvar a alguno, por cierto). Es célebre su anotación sobre el combate aéreo contemplado desde la privilegiada seguridad de la terraza del Raphael mientras bebía champán: la guerra como experiencia estética. Esto aparece en Radiaciones. En 1945, Jünger encajó a su manera la derrota alemana en todos los frentes (nunca fue nazi, pero sí militar), y después de la guerra -de la que salió indemne y bien considerado como escritor, a pesar de su conservadurismo- envejeció despacio manteniendo su pasmosa energía y lucidez (pasó la provecta edad de setenta años y ¡llegaría a cumplir ciento tres!). Estableció su residencia en la aldea de Wilflingen (Suabia). Allí vivió hasta el final de sus días cual humanista solitario, mimado por su segunda esposa ("Taurita"); paseaba, meditaba, escribía e, igual que su admirado Goethe, se rodeó de colecciones de minerales, plantas y coleópteros. Asimismo fue un viajero incansable por los cinco continentes. Lo invitaban presidentes y lo galardonaban con toda clase de premios; asistió a congresos de entomología -su firme afición- en todo el mundo, y hasta designaron con su nombre a una rara especie de mariposa. Esta etapa de paz y fama se refleja en Pasados los setenta. Este nuevo tomo IV contiene las anotaciones que un Jünger algo más viejo (hacía dos décadas que había "pasado" los setenta años), aunque siempre pleno y vital, consignó desde 1986 hasta 1990. Quien siga estos diarios jüngerianos ya sabe lo que hay: mucho de exquisita irrelevancia, otro tanto de críptico misterio, y algunas perlas de sabiduría: "El viaje por el mundo interior es cada vez más importante", por ejemplo. Aunque también lo son los viajes por el exterior, pues en estos años Jünger viajó a Malasia, Sumatra, Francia y Suiza; también vino a España, a Bilbao, donde en 1989 la universidad vasca lo nombró doctor honoris causa. De todo ello dejó constancia el escritor en estas laboriosas y felices anotaciones.

Pasados los setenta IV. Diarios (1986-1990)

Ernst Jünger

Traducción de Isabel Hernández

Tusquets. Barcelona, 2011

440 páginas. 24 euros