Columna

Absurdos de fin de año

El fin de año viene cargado de absurdos colectivos notables. Esta semana han abandonado sus despachos de la Universidad de Santiago de Compostela (USC) un amplio colectivo de investigadores que acaban su contrato. Seguro que para muchos de ellos es un drama, porque tenían esperanzas fundadas de consolidación en Galicia: los investigadores son también personas con proyectos vitales.

Desafortunadamente, lo noticiable no es esto. Docenas de personas se van al paro en Galicia cada día. Y, a buen seguro, la capacidad de estos contratados Parga Pondal de reubicarse sea comparativamente muy su...

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El fin de año viene cargado de absurdos colectivos notables. Esta semana han abandonado sus despachos de la Universidad de Santiago de Compostela (USC) un amplio colectivo de investigadores que acaban su contrato. Seguro que para muchos de ellos es un drama, porque tenían esperanzas fundadas de consolidación en Galicia: los investigadores son también personas con proyectos vitales.

Desafortunadamente, lo noticiable no es esto. Docenas de personas se van al paro en Galicia cada día. Y, a buen seguro, la capacidad de estos contratados Parga Pondal de reubicarse sea comparativamente muy superior. Porque son muy buenos, saben idiomas, están internacionalizados y atesoran un perfil demandado en otras partes del planeta. Lo reseñable es el absurdo que supone gastar dinero público en formar jóvenes, para luego no hacer todo lo posible para retenerlos. Lo destacable es que el bienestar económico y social a largo plazo para una economía como la gallega depende de que tengamos un excelente sistema de innovación y seamos capaces de cobrar mucho por lo que hacemos. Si cercenamos el sistema por la base, si mandamos un mensaje tan nítido a quien tiene ahora 20 años e interés potencial por la investigación, ¿hacia dónde nos encaminamos?

Una economía como la gallega depende de que tengamos un excelente sistema de innovación

Sería injusto echarle toda la culpa al rector de la USC o al presidente de la Xunta. Porque todos tenemos algo de ella. A veces la investigación está demasiado desconectada del sistema productivo y de las necesidades sociales; las universidades hacen con su autonomía lo que les place, y luego ningún equipo rectoral se declara responsable de lo negativo; las empresas prefieren comprar tecnología e imitar antes que pararse a trabajar en colaboración con organismos públicos y privados; los ciudadanos valoramos más una autovía o una plataforma ferroviaria de uso limitado y rentabilidad social más que discutible que dedicarlo a intangibles que no se vistan de corto y golpeen una pelota. Tenemos un problema colectivo sobre el que debemos reflexionar.

En segundo lugar, es absurdo que la gente trague con la letanía de que el gasto público es excesivo y que no hay alternativa a su recorte. El ejemplo paradigmático, lo que ocurre en Cataluña. Se ponen a cobrar un euro por receta, medida que recae en mayor grado sobre los menos ricos, pero seis meses antes aprueban una rebaja adicional del impuesto sobre sucesiones que beneficia particularmente a los que más tienen. Y el ciudadano mediano vota y se va contento para casa, convencido de que el euro adicional es inevitable y que la poda del impuesto sobre sucesiones le va a beneficiar enormemente.

Volviendo al finisterre peninsular, ponemos encima de la mesa la posibilidad de que se cobre por las duchas y las comidas mientras proyectamos hospitales públicos con habitaciones individuales. O somos incapaces de introducir racionalidad en el sistema aeroportuario. En privado, (casi) todos estamos de acuerdo en lo que hay que hacer: un aeropuerto central con conexión óptima por tren y autopista. Pero no hay quien le ponga el cascabel al gato. No me cabe ninguna duda de que el presidente Feijóo tiene esto claro y que ha puesto interés en avanzar. Pero seguimos igual que en 2008. De hecho, la intervención del presidente esta misma semana, haciendo suya una hipotética propuesta de los grandes grupos empresariales del sector turístico, puede interpretarse como un reconocimiento implícito de incapacidad de liderar políticamente el proceso. Prácticamente, lo mismo podríamos decir del fragmentado y deslavazado sistema portuario gallego, incapaz de aprovechar las posibilidades que le brinda su posición geoestratégica. Pero sobre este asunto no escribo nada más. Mi compañero Fernando González Laxe es el economista y político que más sabe sobre ello. A sus columnas me remito.

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En positivo, me quedo con las recientes declaraciones del presidente de la Diputación da Coruña, Diego Calvo, sobre la necesidad de afrontar la reestructuración del mapa municipal. Antes liderada por Salvador Fernández Moreda y ahora por Calvo, está claro que esta Diputación se mueve varios pasos por delante de las demás en casi todo.

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