El 'caso de los trajes'

Los acusados se vuelven a esconder

Encargan comida preparada para no enfrentarse a los medios de comunicación

Fue como un regreso al pasado. Como un retorno a los tiempos en los que Francisco Camps, aún presidente de la Generalitat, se empeñaba en eludir a los medios de comunicación, en no dar ninguna explicación, en no responder a ningún tipo de pregunta por el caso que le ha llevado al banquillo de los acusados.

Antes de las 9.30 de la mañana, Camps llegó a la sede del Tribunal Superior de Justicia de la Comunidad Valenciana, en coche, acompañado por el presidente de las Cortes valencianas, Juan Cotino.

Lo hizo junto a su esposa, Isabel Bas, y pegado a su característica sonrisa, esa co...

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Fue como un regreso al pasado. Como un retorno a los tiempos en los que Francisco Camps, aún presidente de la Generalitat, se empeñaba en eludir a los medios de comunicación, en no dar ninguna explicación, en no responder a ningún tipo de pregunta por el caso que le ha llevado al banquillo de los acusados.

Antes de las 9.30 de la mañana, Camps llegó a la sede del Tribunal Superior de Justicia de la Comunidad Valenciana, en coche, acompañado por el presidente de las Cortes valencianas, Juan Cotino.

Lo hizo junto a su esposa, Isabel Bas, y pegado a su característica sonrisa, esa con la que pretende convencer de que no pasa nada. También lo hizo saludando a diestro y siniestro. Una entrada muy distinta de la que, minutos después, protagonizó su compañero de banquillo, el exsecretario del PP valenciano, Ricardo Costa, quien también está acusado de recibir regalos de la trama Gürtel. Costa llegó andando al tribunal, acompañado de su abogado, con el rostro serio y sin algarabías.

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Doce horas después, ninguno de los dos había abandonado la sede del tribunal. Ni para comer. Ambos se parapetaron en la oficina que el Consejo General de la Abogacía tiene en la sede del tribunal valenciano. Hasta allí llegaron las bolsas de comida preparada encargadas poco después de las dos de la tarde. Y allí permanecieron mientras abogados, fiscales, magistrados, incluso los candidatos a ser miembros del jurado, abandonaban el edificio. Todos se sometieron a la posibilidad de ser captados por las decenas de cámaras fotográficas y de televisión que esperaban en la puerta. Pero ellos no lo hicieron. Prefirieron, tal como han hecho a lo largo de la instrucción del caso que les ha llevado al banquillo de los acusados, permanecer escondidos, sin dar explicaciones, sin enfrentarse a las preguntas de los medios de comunicación.

Hoy ambos tendrán que someterse a decenas de preguntas. A las de las acusaciones, a las de sus propios abogados defensores, y si lo precisa, a las del jurado. Pero tienen la posibilidad de no responder. De esconderse tras su silencio.

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