Zulo en el coche con mando a distancia

La mayor red de proveedores de droga que operaba en Pontevedra tenía capacidad para realizar hasta 500 transacciones diarias de hachís y cocaína

Entre julio y noviembre de 2005, la Unidad de Drogas y Crimen Organizado (Udyco) del Cuerpo Nacional de Policía de la Comisaría Provincial de Pontevedra logró desmantelar la mayor y mejor organizada red de vendedores de estupefacientes que operaba en las Rías Baixas. Hasta 22 personas fueron identificadas como responsables de la venta masiva de cocaína y hachís a pequeña escala que utilizaban la ciudad de Pontevedra como centro de operaciones. Ahora se enfrentan a condenas de entre tres y nueve años de cárcel tras ser pillados in fraganti haciendo transacciones que, según la acusación, ...

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Entre julio y noviembre de 2005, la Unidad de Drogas y Crimen Organizado (Udyco) del Cuerpo Nacional de Policía de la Comisaría Provincial de Pontevedra logró desmantelar la mayor y mejor organizada red de vendedores de estupefacientes que operaba en las Rías Baixas. Hasta 22 personas fueron identificadas como responsables de la venta masiva de cocaína y hachís a pequeña escala que utilizaban la ciudad de Pontevedra como centro de operaciones. Ahora se enfrentan a condenas de entre tres y nueve años de cárcel tras ser pillados in fraganti haciendo transacciones que, según la acusación, llegaban a un promedio de 500 al día.

Andrés Juan H., considerado el integrante más activo del grupo, adquiría presuntamente importantes cantidades de cocaína para distribuir en dosis entre su numerosa cartera de clientes, incluso del País Vasco y Castilla y León, además de desarrollar labores de intermediación de venta entre terceras personas por los numerosos contactos que tenía para ampliar la red. Según la acusación, Andrés Juan H. se abastecía por kilogramos de cocaína y hachís de Anselmo P. G. y de Víctor Manuel L. C., droga que también se encargaban de vender José B. Y., Tomás S. I. y José Martín D. J., entre otros. En una sola transacción se llegaban a mover entre dos y cuatro kilos de cocaína con una pureza del 81%, grado de calidad que bajaba hasta el 33,56% cuando se cortaba en dosis, según ha acreditado la investigación.

Los fardos se camuflaban como si fueran quesos con una marca comercial

Los investigadores consideran que Andrés Juan H., Víctor Manuel L. y Roberto G. C. contaban con su propio laboratorio para el corte y preparación de la cocaína. Era en el piso número 175-B de Portonovo, situado en la carretera que une Sanxenxo con la playa de A Lanzada. Según las mismas fuentes, para obtener mayores ganancias mezclaban la cocaína con otras sustancias de similares características para aumentar el peso. En el registro de este laboratorio casero la policía encontró además de básculas digitales y todo el menaje necesario para preparar la dosis que el grupo ponía diariamente a la venta, diversos envoltorios con la inscripción Quesos Lasabana, el anagrama comercial con el que disimulaban el contenido de los fardos.

La red también contaba con otros distribuidores muy bien preparados para ocultar la mercancía durante su transporte. Según la acusación, Rubén G. R. daba cobertura a los clientes de Víctor Manuel L. y acudía personalmente a las citas con ellos para atender sus encargos de cocaína y hachís. Para ello tenía preparado un aparentemente discreto Opel Astra con cuatro compartimentos ocultos o zulos: dos en el interior del maletero y otros tantos en los paneles laterales de los asientos traseros con un dispositivo de apertura y cierre automático que se activaba con un mando a distancia.

Entre el 17 de agosto y el 17 de noviembre de 2005 se intervinieron varios teléfonos móviles que empleaba la red y solo a través de uno, el de Andrés Juan H., la policía obtuvo un registro consecutivo de 56 llamadas a clientes para concertar las supuestas entregas que en algunos casos eran de hasta cuatro kilos de cocaína a un precio medio de 28.000 euros por kilogramo. En todas ellas el vendedor utilizaba un lenguaje críptico con sus interlocutores para impedir que pudiera quedar constancia de las actividades que realizaba ante el temor de que una posible intervención telefónica. Refiriéndose a la cocaína, compradores y vendedor empleaban todo tipo de apelativos como huevos, nécoras, comida para los animales, vieiras, CD, lotería o pintura.

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A través de otros pinchazos telefónicos, los distribuidores de la red concertaban las entregas de hachís y cocaína (a los que se referían como "quesos") en distintos puntos de la ciudad de Pontevedra, principalmente Monteporreiro. Dependiendo de que fuera una u otra sustancia y las cantidades que demandaban los compradores, se utilizaban numerosos sobrenombres para identificarla como por ejemplo coronas, colonias, camisetas, pelis, bacalao, pan, tenis, entradas para el fútbol o vieiras. Por último se convenía el precio.

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