Tribuna:

El reloj de cuco italiano

Decía Orson Wells en El tercer hombre que, en los treinta años de guerras y barbarie de la época de los Borgia, Italia había alumbrado genios como Leonardo y Miguel Ángel, mientras que Suiza en 500 años de paz y democracia había dado al mundo el reloj de cuco. Lo cierto es que ahora el péndulo en Italia ha girado y el país tendrá que aplicarse como un relojero suizo para arreglar las cuentas y poner su casa en orden. Algo a lo que, por otra parte, ya están acostumbrados los italianos, que ponen cada cierto tiempo el país en manos de Gobiernos "técnicos" para afrontar los problemas que e...

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Decía Orson Wells en El tercer hombre que, en los treinta años de guerras y barbarie de la época de los Borgia, Italia había alumbrado genios como Leonardo y Miguel Ángel, mientras que Suiza en 500 años de paz y democracia había dado al mundo el reloj de cuco. Lo cierto es que ahora el péndulo en Italia ha girado y el país tendrá que aplicarse como un relojero suizo para arreglar las cuentas y poner su casa en orden. Algo a lo que, por otra parte, ya están acostumbrados los italianos, que ponen cada cierto tiempo el país en manos de Gobiernos "técnicos" para afrontar los problemas que el complejo entramado político no ha sido capaz de resolver.

La economía italiana ha sido centro en los últimos meses de los ataques de los mercados y de la presión de Europa para adoptar reformas debido, fundamentalmente, a dos problemas: un alto nivel de deuda pública, que roza el 120% del PIB -menor solo que la griega dentro de la zona euro- y una capacidad de crecimiento del PIB relativamente baja, de un 1% al año. No tiene un déficit público excesivo en comparación con otros países periféricos (4,1% en 2011) y sus niveles de deuda privada están muy por debajo de la media europea, alejándose de los problemas de otros periféricos que experimentaron crecimientos desbocados de crédito y de precios de activos durante los años previos a la crisis.

Pese a la insistencia en la rectitud fiscal, son más importantes las reformas para elevar el crecimiento

Por el lado de las cuentas públicas, el plan ya aprobado por el anterior Gobierno incluye el objetivo de adelantar la reducción del déficit público a cero en 2013, con iniciativas como la reducción de la factura salarial en el sector público, los ajustes de los Gobiernos regionales, la lucha contra la evasión fiscal y una reforma fiscal. En principio, deberían bastar aunque es posible que tengan que ser reforzadas con nuevas medidas durante 2012, ya que algunas de ellas (las relativas al fraude y las regiones) pueden no dar los resultados deseados. En cualquier caso, lo que sí debería quedar claro es que el alto nivel de deuda pública es sostenible. Según nuestros cálculos, la ratio de deuda sobre PIB no debería crecer, incluso en los supuestos conservadores de un crecimiento potencial lento (1%) tras pasar por la recesión y unos tipos de interés elevados (7,5%), simplemente con conseguir un superávit estructural primario del 6,5% (que es elevado, pero coherente con el objetivo de déficit cero de 2013).

A pesar de la insistencia en la rectitud fiscal por parte de Europa, es más importante poner en marcha reformas estructurales para revitalizar el crecimiento. En este caso, lo aprobado por la gran mayoría del Parlamento italiano antes de la caída del Gobierno de Berlusconi incluye la eliminación de las tarifas mínimas para los servicios profesionales, pero no mucho más. Ahí la tarea para el Gobierno de Monti es amplia, y debería incluir una reforma más profunda en el sector servicios e iniciativas que logren romper la dualidad del mercado de trabajo, además de introducir mayor competencia en diversos sectores de red, un área en la que Italia sale malparada en las comparaciones internacionales.

Miguel Jiménez González-Anleo es economista de BBVA Research.

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