FESTIVAL DE JAZZ

Viaje al pasado

Con sencillez, incluso con un cierto distanciamiento, Madeleine Peyroux supo caldear el ambiente y, poco a poco, meterse al público en el bolsillo, cosa sumamente difícil con una propuesta como la suya, que encaja mal en un escenario tan grande como el Palau. Madeleine Peyroux es artista de club, mejora en las distancias cortas, pero el éxito a veces es traicionero y un Palau lleno equivale a cinco actuaciones en Luz de Gas o más de 12 en Jamboree, lugares más aptos para disfrutar de una música que busca ser cercana.

El concierto fue impecable, aunque excesivamente plano. Peyroux posee ...

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Con sencillez, incluso con un cierto distanciamiento, Madeleine Peyroux supo caldear el ambiente y, poco a poco, meterse al público en el bolsillo, cosa sumamente difícil con una propuesta como la suya, que encaja mal en un escenario tan grande como el Palau. Madeleine Peyroux es artista de club, mejora en las distancias cortas, pero el éxito a veces es traicionero y un Palau lleno equivale a cinco actuaciones en Luz de Gas o más de 12 en Jamboree, lugares más aptos para disfrutar de una música que busca ser cercana.

El concierto fue impecable, aunque excesivamente plano. Peyroux posee una voz soberbia, cálida y matizada, pero afronta todos los temas con una desconcertante igualdad, tanto da que versione a Bob Dylan o a Leonard Cohen (la interpretación que hizo de Serge Gainsbourg, mejor olvidarla) como que se trate de un original suyo. Su visión de todas las partituras es como un viaje al pasado, en cada lectura persiste una sensación de déjà vu, déjà entendu que al final provoca un cierto cansancio. Por suerte, su voz se impone y su dicción y sus frecuentes inflexiones seducen. Al final se le acaba perdonando todo. Buena parte de la actuación giró en torno a los temas de su reciente disco Standing in the rooftop, aunque retomó algunos de sus clásico para cerrar por todo lo alto el concierto.

MADELEINE PEYROUX

Palau de la Música, Barcelona

17 de noviembre

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