Columna

'Corralitos' varios

El corralito es un concepto argentino que nació en 2001, que designa la restricción a la libre disposición del dinero que tienen los ciudadanos depositado en los bancos. Lo que es contemporáneo es el concepto, no su contenido. En 1933, cuando Roosevelt accede a la presidencia de EE UU, la primera medida que tomó fue cerrar cuatro días los bancos para evitar la fuga de depósitos y evitar el caos financiero.

Los argentinos se disponen ahora a recordar (no hay nada que celebrar) la infausta fecha del 3 de diciembre de 2001, cuando un decreto del presidente Fernando de la Rúa, bajo l...

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El corralito es un concepto argentino que nació en 2001, que designa la restricción a la libre disposición del dinero que tienen los ciudadanos depositado en los bancos. Lo que es contemporáneo es el concepto, no su contenido. En 1933, cuando Roosevelt accede a la presidencia de EE UU, la primera medida que tomó fue cerrar cuatro días los bancos para evitar la fuga de depósitos y evitar el caos financiero.

Los argentinos se disponen ahora a recordar (no hay nada que celebrar) la infausta fecha del 3 de diciembre de 2001, cuando un decreto del presidente Fernando de la Rúa, bajo la inspiración de su superministro Domingo Cavallo, restringió el uso del dinero depositado en los bancos a 1.000 pesos mensuales (el equivalente, hoy, a 175 euros). Lo hacen en un ambiente económico totalmente distinto.

Diez años después del 'corralito', Argentina crece y reduce el paro. Y hace analogías con lo que sucede en Europa

No es que Argentina no tenga problemas (la inflación, el déficit comercial, la compra masiva de dólares y la fuga de capitales por temor a una devaluación...), pero su economía crece mucho, se reduce el paro y hay una distribución de la riqueza a través de una política de subsidios que ahora comienza a reformarse (para que no sea universal, lo que es muy injusto, sino selectiva). Y todo ello tras unas elecciones en la que la presidenta, Cristina Fernández, alcanzó una holgada mayoría que le da una extremada fortaleza para aplicar la política económica que le parezca conveniente.

Los argentinos que siguen interesados en Europa (a pesar de la pujanza de las relaciones con China) observan nuestras dificultades con inquietud. Ven analogías -también diferencias- entre lo que les pasó en 2001 y lo que sucede ahora en países como Grecia o Italia (y más allá, en casi todos los demás). Un analista argentino arrancaba del siguiente modo su crónica sobre el G-20 de Cannes: "Fue como entrar en el túnel del tiempo. Todo era igual a nuestro 2001, el desconcierto, la angustia, las tensiones. Por suerte, esta vez lo vivimos como espectadores".

Las consecuencias del corralito en Argentina fueron letales: interrumpió la cadena de pagos, lo que generó más recesión. Uno de los libros que han aparecido sobre aquella efeméride (El corralito, de Lucio Di Matteo. Editorial Sudamericana) describe aquel mes de diciembre de principio de siglo, en medio de la Navidad: ahorradores golpeando las puertas de los bancos (luego sustituidas por chapas de acero), saqueos, cacerolazos, gente revolviendo en la basura de los McDonald's... Y lo más grave: 39 muertos.

De repente, sin avisar a nadie, amaneció un lunes en el que la gente no podía sacar el dinero de los bancos. Los argentinos lo reviven como una pesadilla cuyo objeto fue salvar bancos, no ciudadanos. De la Rúa y Cavallo son muertos civiles sin relevancia en la vida pública. Y comentan lo de los griegos, que están retirando parte de los depósitos (que se han reducido más de un 20% en menos de dos años) y evadiendo capitales, por si acaso.

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