Crítica:Teatro | ENTRE NOSOTROS, TODO VA BIEN

Polonia no es un elemento químico

Para Alfred Jarry, Polonia, escenario de su Ubú rey, era sinónimo de "ningún sitio": un país de contornos volátiles, engullido por oleadas de vecinos belicosos y emergido de nuevo, un lugar comparable a la mítica isla de San Borondón. La experiencia de haber sido borrado del mapa creó en Polonia una identidad nacional fuerte, sobre la que Dorota Maslowska (Wejherowo, 1983) ironiza en Entre nosotros, todo va bien: "En tiempos antiguos, cuando la tierra se regía por la ley de Dios, todo el mundo era polaco: los alemanes, los suecos, los españoles... Entonces teníamos ríos, islas y ...

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Para Alfred Jarry, Polonia, escenario de su Ubú rey, era sinónimo de "ningún sitio": un país de contornos volátiles, engullido por oleadas de vecinos belicosos y emergido de nuevo, un lugar comparable a la mítica isla de San Borondón. La experiencia de haber sido borrado del mapa creó en Polonia una identidad nacional fuerte, sobre la que Dorota Maslowska (Wejherowo, 1983) ironiza en Entre nosotros, todo va bien: "En tiempos antiguos, cuando la tierra se regía por la ley de Dios, todo el mundo era polaco: los alemanes, los suecos, los españoles... Entonces teníamos ríos, islas y océanos, y éramos un oasis de tolerancia y multiculturalidad", dice la voz de un locutor a través del aparato de radio de la familia protagonista, consumidora voraz de revistas rosas, comida de Lidl y televisión basura.

ENTRE NOSOTROS, TODO VA BIEN

Autora: Dorota Maslowska. Luz: Jacqueline Sobiszewski. Vestuario: Magdalena Musial. Escenografía: Magdalena Maciejewska. Director: Grzegorz Jarzyna. Compañía:

TR Warszawa. Teatro Valle-Inclán.

Con un humor disolvente, Maslowska pasa revista a la historia reciente de su país a través de una familia tipo de clase baja, obligada a convivir en un apartamento de una sola habitación. La autora, que con su novela Blanco nieve, rojo Rusia (escrita cuando tenía 18 años y editada en España por Mondadori) obtuvo un éxito resonante, refleja con vigor los paralelismos entre la falta de horizonte de la generación de su madre, educada en el régimen comunista, y el horizonte romo que gravita sobre la juventud nacida tras la caída del telón de acero y criada en la sociedad consumista.

En el sencillo, efectivo y visualmente hermoso montaje de Grzegorz Jarzyna, ese mundo aparentemente alejado nos resulta extrañamente familiar: también aquí somos peritos en inaccesibilidad de la vivienda, sabemos lo que supone el paso de la autarquía al capitalismo desbridado y corregimos con inyecciones de orgullo nacional cierto complejo de inferioridad ante lo foráneo. Un espectáculo sugerente e incisivo en el que desconcierta la irrupción de una segunda línea argumental, menos interesante. Envidiables los 96 enérgicos años de la actriz Danuta Szaflarska, todo el tiempo en escena.

Danuta Szaflarska, a sus 96 años, en una escena de la obra.
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