Crítica:rock yes | críticas

Aquellos épicos años

Últimos representantes en activo de aquella generación gloriosa (King Crimson, Genesis, Jethro Tull, Gentle Giant, PFM) que aunó el rock vigoroso con la épica del sinfonismo, Yes es ahora -ley de vida- un quinteto de venerables sexagenarios que comparecen en La Riviera a una hora insólita, las ocho de la tarde. Pero lo que acontece no es un mero ejercicio de nostalgia ni voluntarismo. Por mucho que sus melenas luzcan blanquísimas, el guitarrista Steve Howe y el bajista Chris Squire siguen imprimiendo músculo y pasión a And you and I, Starship trooper y, sobre todo, las extraordin...

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Últimos representantes en activo de aquella generación gloriosa (King Crimson, Genesis, Jethro Tull, Gentle Giant, PFM) que aunó el rock vigoroso con la épica del sinfonismo, Yes es ahora -ley de vida- un quinteto de venerables sexagenarios que comparecen en La Riviera a una hora insólita, las ocho de la tarde. Pero lo que acontece no es un mero ejercicio de nostalgia ni voluntarismo. Por mucho que sus melenas luzcan blanquísimas, el guitarrista Steve Howe y el bajista Chris Squire siguen imprimiendo músculo y pasión a And you and I, Starship trooper y, sobre todo, las extraordinarias Heart of the sunrise y Roundabout: piezas-río, ambiciosas e inconformistas, de cuando en el rock reinaba la audacia.

La banda ha resucitado con un impredecible nuevo disco, Fly from home, del que anoche sonó su pieza central, suite de 25 minutos con algún pasaje magnífico. El nuevo cantante, el canadiense Benoît David, es 22 años más joven que Jon Anderson, pero se le parece hasta en el físico. Su voz, agudísima y cristalina, se asimila a la de su antecesor en un suspiro. Un hallazgo casi milagroso para la pervivencia de una banda mayestática.

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