Crítica:TROPICAL / Señor Coconut / Tom Zé | Tormental Tropical

Cultivarse y pulverizar calorías

El patrocinio cultural genera sinergias insospechadas. El Círculo de Bellas Artes ahora solo deja utilizar los ascensores a sus socios, una medida que, sumada a la celebración de un festival apadrinado por un jarabe energético, no deja de tener su gracia.

A las 21.48, cuando por fin apareció Señor Coconut -ese alemán de aspecto tan ladino como un directivo del Banco Central Europeo-, ya se reunía amplio quórum y la franca predisposición a pulverizar muchas kilocalorías. La fórmula lo permitía y hasta lo merece. Uwe Schmidt se coloca en un atril al fondo del escenario, disparando desde s...

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El patrocinio cultural genera sinergias insospechadas. El Círculo de Bellas Artes ahora solo deja utilizar los ascensores a sus socios, una medida que, sumada a la celebración de un festival apadrinado por un jarabe energético, no deja de tener su gracia.

A las 21.48, cuando por fin apareció Señor Coconut -ese alemán de aspecto tan ladino como un directivo del Banco Central Europeo-, ya se reunía amplio quórum y la franca predisposición a pulverizar muchas kilocalorías. La fórmula lo permitía y hasta lo merece. Uwe Schmidt se coloca en un atril al fondo del escenario, disparando desde su portátil las bases pregrabadas y mirando con mirada escueta y traviesa. Sus ocho impolutos y trajeados compinches manejan metales, el alborotado tándem marimba-vibráfono, contrabajo y percusión latina, como si a la orquesta de Pérez Prado se le suministrara una transfusión de silicio y ADN centroeuropeo.

Tormental Tropical

El Timbe, Señor Coconut, Chico-Trópico DJs, Tom Zé,

El Guincho, Chico Sonido, Meneo

y Julius Sylvest. Círculo de Bellas Artes. Red Bull Music Academy. Madrid, 31 de octubre.

El circunspecto Coconut es un abastecedor de mambo, cumbia, merengue, chachachá y otras sabrosuras, solo que con una pátina contemporánea y cosmopolita, lo que asegura un trato cómplice en los caladeros de la modernidad. El resultado es eminentemente orgánico y, por eso mismo, bastante aceptable. A veces incurre en el ejercicio de estilo, pero tiene gracia que el repertorio de ayer se nutriera casi en exclusiva de éxitos de los ochenta: Smooth operator (Sade), Beat it (Michael Jackson), Da da da (Trio), una descacharrante versión tropical de Sweet dreams (Euryhtmics) y un Kiss, de Prince.

El auténtico padre del tropicalismo, Tom Zé -venerable, guasón y erudito septuagenario-, hacía acto de presencia pasadas las once de la noche para demostrar por qué David Byrne fundó un sello discográfico, Luaka Bop, solo por darse el gustazo de publicar su obra. El de Bahia aporta una aproximación a menudo irónica a la tradición brasileña, tan teñida de humor inteligente que ni él ni sus músicos pudieron reprimir la sonrisa ni los arrebatos de teatralidad.

Zé es diminuto, pero tan enérgico e hiperactivo que nadie le atribuiría su edad (nació en 1936). Tampoco necesita colocarse braguitas rosas de encaje sobre el pantalón, como hizo en un momento dado, para acaparar todas las miradas. Tiene tanto dominio de la escena -y de la onomatopeya, del rock experimental, de todo- que parece abducir a su audiencia. Al cierre de esta crónica aún faltaba por llegar el dinámico canario El Guincho, reciente premio El Ojo Crítico y siempre inquieto buceador de influencias. En efecto, buena noche para consumir espídicos brebajes.

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El cantante Tom Zé en el Círculo de Bellas Artes.CARLOS ROSILLO

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