Crítica:clásica

El arte de la precisión

En el intermedio del concierto corrió por la sala la noticia de que ETA había comunicado que abandonaba la lucha armada. El sentimiento de euforia contagió a muchos espectadores. Estaba anunciada como obra final el Bolero del compositor vasco-francés Ravel, pero parecía que se había puesto a propósito como reacción a lo que estaba pasando fuera, en un reflejo hipnótico de afecto al País Vasco. Y, la verdad, sonó de fábula. Con esas armas que Welser-Möst sabe manejar escrupulosamente: precisión, control rítmico, cierto minimalismo pleno de eficacia. Eso, y la garantía de tener a sus órde...

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En el intermedio del concierto corrió por la sala la noticia de que ETA había comunicado que abandonaba la lucha armada. El sentimiento de euforia contagió a muchos espectadores. Estaba anunciada como obra final el Bolero del compositor vasco-francés Ravel, pero parecía que se había puesto a propósito como reacción a lo que estaba pasando fuera, en un reflejo hipnótico de afecto al País Vasco. Y, la verdad, sonó de fábula. Con esas armas que Welser-Möst sabe manejar escrupulosamente: precisión, control rítmico, cierto minimalismo pleno de eficacia. Eso, y la garantía de tener a sus órdenes una orquesta como la de Cleveland: compacta, segura, incluso luminosa.

La Orquesta de Cleveland actuó por primera vez en España en el teatro de la Zarzuela de Madrid en 1957 con Georg Szell, una leyenda de la dirección musical. Siete directores musicales ha tenido nada más desde su creación en 1918. Welser-Möst es su titular desde 2002. La orquesta le quiere y se siente identificada con sus criterios. Como la Filarmónica de Viena, que también le aprecia, dándole la responsabilidad de dirigir un concierto como el de Año Nuevo en la Musikverein o propiciando su dirección musical en la Staatsoper de Viena. Un director apreciado por los instrumentistas, tomen nota.

The Cleveland Orchestra

Director: Franz Welser-Möst. Obras de Mendelssohn (Tercera sinfonía), Stravinski (Agon) y Ravel (Bolero). Ibermúsica. Auditorio Nacional, 20 de octubre

Welser-Möst estuvo contenido en Mendelssohn, dominador en Stravinski y brillante en Ravel. Su gesto es sobrio; sus movimientos un puntito mecanicistas; su imagen entre tímida, robótica, traviesa e introvertida. La componente analítica está por encima de la expresiva. Los resultados artísticos que consigue son de una eficacia abrumadora. Es el arte de la precisión en estado puro. Sin subrayados, sin efectos especiales, sin genialidades tantas veces arbitrarias. En Ravel incluso sonrió, arrastrado seguramente por la orgía rítmica y tímbrica de la obra. La orquesta respondió en todas sus secciones con homogeneidad y gran clase.

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