Crítica:Vicenç Viaplana - Galería Carles Taché | ARTE | EXPOSICIONES

Viajes en autoestop

La ciudad de Granollers debería haber tenido un reconocimiento en el mapeado de la periferia artística española, como ocurrió con Pamplona, Cadaqués o Malpartida. Nunca es tarde. Fue en aquella localidad barcelonesa donde, a principios de los años setenta, artistas como Jordi Benito, Ferrán García Sevilla, Carles Hac Mor, Carlos Pazos o Francesc Torres se enrolaron en acciones individuales y colectivas que hicieron de ella una de las pocas pistas de despegue de los pioneros movimientos conceptuales en nuestro país. Vicenç Viaplana habría sido uno de los protagonistas de aquel meticuloso desord...

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La ciudad de Granollers debería haber tenido un reconocimiento en el mapeado de la periferia artística española, como ocurrió con Pamplona, Cadaqués o Malpartida. Nunca es tarde. Fue en aquella localidad barcelonesa donde, a principios de los años setenta, artistas como Jordi Benito, Ferrán García Sevilla, Carles Hac Mor, Carlos Pazos o Francesc Torres se enrolaron en acciones individuales y colectivas que hicieron de ella una de las pocas pistas de despegue de los pioneros movimientos conceptuales en nuestro país. Vicenç Viaplana habría sido uno de los protagonistas de aquel meticuloso desorden en una época en que el tiempo pinchaba, mordía, lo que obligaba a tantos creadores a cuestionar la naturaleza del trabajo artístico como pocas veces se ha vuelto a hacer hasta hoy.

Vicenç Viaplana

Galería Carles Taché

Consell de Cent, 290. Barcelona

Hasta el 8 de noviembre

La galería Carles Taché presenta ahora una pequeña memoria de los trabajos del artista vallesano (1955) ligados a momentos íntimo-sociales, como cuando la luz de un proyector hace surgir de golpe el cartel de la oscuridad, o el follaje de las sombras de objetos cotidianos sobre una pantalla comparte sensibilidad con la vida de papel de los periódicos impresos (Vides Provocades, 1976), menos sólida y verdadera que la del artista, que en cada trabajo insiste en abrazar, sin muchas pretensiones de originalidad, los actos de azar, los impedimentos, la casuística de los procesos de reproducción de la imagen y la fenomenología del impacto de la huella en la superficie de la tela. Todo ello infunde la falsa simetría de un código en la huidiza superficie de la pintura; y así lo comprobamos en la serie 'Cartografías emocionales', viajes siderales de oscilante indeterminación al interior de la pintura y frente a los cuales sentimos que la propia existencia es vagabunda, como si nos hubiéramos confiado a un trayecto en autoestop. El vídeo titulado Tot el que tenim. El final (Todo lo que tenemos. El final) revela ese trazo de indiferencia de Viaplana: en una sala de estantes y vitrinas vacíos vemos al artista observar con irónico disimulo la nadidad en la más pura tradición beckettiana de que, a pesar de lo intolerable, el mundo sigue existiendo. Seguir adelante cuando ya no puedes seguir adelante.

Excursio per la incertesa nº5 (2011), de Vicenç Viaplana.

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