Cartas al director

No es demagogia

Si hay una institución en nuestro país que me merezca el mayor de los respetos, esa es, sin duda, las Fuerzas Armadas. De un Ejército con graves carencias democráticas y ligado al franquismo, hemos pasado a otro moderno, formado, instruido y, sobre todo, democrático. No dan problemas y cumplen con su deber. Dirán muchos que es su obligación. Cierto, pero la cumplen, lo que no ocurre con otros estamentos, como cierto sector de la justicia o la Iglesia, o los propios partidos políticos, más ocupados en atacar al adversario y en descalificar, que en buscar el bien de los ciudadanos. Cuentan, por ...

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Si hay una institución en nuestro país que me merezca el mayor de los respetos, esa es, sin duda, las Fuerzas Armadas. De un Ejército con graves carencias democráticas y ligado al franquismo, hemos pasado a otro moderno, formado, instruido y, sobre todo, democrático. No dan problemas y cumplen con su deber. Dirán muchos que es su obligación. Cierto, pero la cumplen, lo que no ocurre con otros estamentos, como cierto sector de la justicia o la Iglesia, o los propios partidos políticos, más ocupados en atacar al adversario y en descalificar, que en buscar el bien de los ciudadanos. Cuentan, por tanto, con mi admiración y agradecimiento.

Dicho esto para despejar cualquier duda malévola, me pregunto cuántos millones nos han costado a la ciudadanía los fastos del Día de las Fuerzas Armadas. Porque en una época de crisis económica tan brutal en la que se cierran camas de hospitales, no se paga a las farmacias, se reducen profesores, se congelan pensiones, se deja de pagar a quienes atienden a los mayores y se recortan derechos sociales por doquier, digo yo que bien podríamos habernos ahorrado, al menos este año, este gasto, que no supondría un perjuicio para nadie y que, estoy seguro, nuestros militares habrían comprendido, como corresponde a quienes, en nuestro territorio y fuera de él, exponen su integridad y sus vidas en causas humanitarias.

Sin duda, alguien podrá hacer el cálculo de cuántas ayudas a la dependencia podrían haberse cubierto con este dinero, o cuántos profesores o personal sanitario podrían haberse contratado, o cuántas escuelas infantiles o bibliotecas se podrían haber abierto. Que lo hagan y que nos lo digan. Demagogia, dirán los de siempre. Realidades indiscutibles, digo yo.

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