Crítica:TEATRO | FUERZABRUTA

Un potente acto tribal

Disco teatro, sin patio de butacas, con la música a tope y el público en pie, dispuesto a participar de lo que le echen, con tal de que sea cañero. FuerzaBruta lo es desde el minuto tres, una vez que su protagonista masculino se pone a trotar cual Sísifo contra el sentido de la marcha de una cinta rodante (como la de La caída de los dioses), elevada sobre las cabezas del público, mientras, arrastrados por ella, otros personajes se precipitan al abismo.
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Disco teatro, sin patio de butacas, con la música a tope y el público en pie, dispuesto a participar de lo que le echen, con tal de que sea cañero. FuerzaBruta lo es desde el minuto tres, una vez que su protagonista masculino se pone a trotar cual Sísifo contra el sentido de la marcha de una cinta rodante (como la de La caída de los dioses), elevada sobre las cabezas del público, mientras, arrastrados por ella, otros personajes se precipitan al abismo.

Hay al comienzo un asomo de dramaturgia: el caminante se duerme, sueña con mujeres que se persiguen como lagartijas por una pared gigante, y al despertarse intenta en vano que su pequeño mundo de sillas y mesas ordenadas no sea arrastrado al precipicio. Su lucha parece la de la humanidad contra la entropía: cada vez que encuentra el equilibrio, un nuevo accidente lo golpea.

FUERZABRUTA

Autor y director: Diqui James. Compositor y director musical: Gaby Kerpel. Coordinador general: Fabio D'Aquila. Director técnico: Alejandro García. Teatro Circo Price. Del 11 al 23 de octubre.

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En FuerzaBruta el techo se cae literalmente sobre los actores, la materia escénica se crea y se destruye sin cesar, y el público celebra el ritmo y la magnitud de la catástrofe sumándose al baile enloquecido de los intérpretes. Algunos espectadores prefieren quedarse fuera, en la periferia de la pista del Circo Price, mirando con cierta incredulidad el entregado conjunto que forma el resto: en este tipo de teatro, un nosotros participativo y acrítico desplaza al yo espectador.

En la segunda mitad, nos gustaría ocupar el lugar de las cuatro chicas que, en la bóveda del circo, se zambullen en una piscina colgada en el aire, sobre cuyo suelo traslúcido se dejan resbalar como delfines, empujadas por la ola que produce el vaivén de tan inestable estructura. Cuando ésta comienza a bajar lenta pero inexorablemente sobre nuestras cabezas, como en un cuento de Edgar Alan Poe, levantamos los brazos por puro instinto, para parar a pulso la que se nos viene encima.

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FuerzaBruta engancha si te dejas llevar y desactivas la distancia crítica sin contemplaciones. Cuando, a los 56 minutos, todo se termina de repente, uno se pregunta, como si acabara de despertarse de un sueño: ¿Ah, pero esto es el final? ¿No hay nada más? Y es que se hace breve, aunque cada minuto sea intenso y el ritmo no decaiga. Jamás hablo de precios: sí lo hago en este caso es porque 40 euros son muchos para un teatro público; este siempre ha tenido tarifas populares.

Estupendo el trabajo de los actores bailarines, que en el programa de mano no aparecen y deberían: Estefanía Bavassi, Laila Dipace, Melina Seoane, Gabriela Gómez, Natalia Gómez Carrillo, Camila Taranto, Jason Novak, Marcelo Curotti, Juan Martín Fernández y Bruno López Aragón.

El espectáculo de FuerzaBruta en uno de sus sensoriales pasajes.

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