Columna

La ideología no sirve

Ahorro, economía productiva y orden en la gestión son los tres platos del menú del Consell para hacer frente a la crisis, tal como lo explicó el titular de Economía, Enrique Verdeguer, el jueves en una de las repreguntas de la sesión de control. Exactamente lo contrario de lo que se ha venido haciendo. El expresidente Camps, más ausente de su escaño en las Cortes de lo que estuvo cuando detentaba el poder, se ahorró el disgusto, pero sonaba a enmienda a la totalidad. Otra cosa es el encasillamiento del PP en su discurso de bajadas de impuestos y bonificaciones fiscales para reactivar la econom...

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Ahorro, economía productiva y orden en la gestión son los tres platos del menú del Consell para hacer frente a la crisis, tal como lo explicó el titular de Economía, Enrique Verdeguer, el jueves en una de las repreguntas de la sesión de control. Exactamente lo contrario de lo que se ha venido haciendo. El expresidente Camps, más ausente de su escaño en las Cortes de lo que estuvo cuando detentaba el poder, se ahorró el disgusto, pero sonaba a enmienda a la totalidad. Otra cosa es el encasillamiento del PP en su discurso de bajadas de impuestos y bonificaciones fiscales para reactivar la economía. Ahí, la rigidez ideológica es bien llamativa. Ensanchar la base impositiva, es decir, que haya más gente que cotiza y, por tanto, que trabaja o produce, es un objetivo de cualquier Gobierno, pero en los populares se convierte en una consigna de catecismo económico que recitan una y otra vez, mientras se oponen a drenar las grandes fortunas con el argumento de que no hay que penalizar a las clases medias.

No se ha oído aún nada convincente, ni del consejero Vela ni del propio presidente Fabra, que justifique por qué son clases medias 19.000 valencianos que declaran un patrimonio de más de 700.000 euros, ni por qué no se les puede pedir que contribuyan a financiar las prestaciones sociales, la educación y la sanidad, en momentos de dificultades y estrecheces. Para el PP, sencillamente, subir los impuestos es pecado. Al menos los impuestos que recaen sobre unos segmentos determinados de contribuyentes porque las tasas de la basura, el agua u otros servicios se ve que no perjudican "a las clases medias".

Eso no evita que el PP valenciano, con Fabra al mando, exija miles de millones al Estado de una supuesta deuda histórica para evitar la insolvencia de la Administración que llevan tres lustros gestionando. Como si el dinero que viene del Estado no procediera también de los impuestos. ¿O de dónde creen que salen los ingresos de la Administración central? Tenía razón el socialista Jorge Alarte el jueves cuando planteaba que "el problema no es cuánto dinero tenemos sino cómo lo hemos gastado". Y mucha más razón aún cuando apuntaba la deriva privatizadora que conlleva la negativa del PP a hacer, aunque sea mínima, alguna política fiscal redistributiva. Las políticas "procíclicas" del PP, como las definió Marga Sanz, de Esquerra Unida, serán muy duras de asumir por una sociedad sacudida por el drama del paro y los recortes. El liberalismo a palo seco, sin algún tipo de política fiscal solidaria, no sólo ensanchará la brecha de la exclusión social, sino que pondrá en peligro el modelo de bienestar de un enfermo bastante delicado. El partido que aspira a copar el poder en España el 20 de noviembre no quiere darse cuenta de que en épocas de expansión y euforia todas las políticas tienden a parecerse. Ni de que los tiempos de crisis son más exigentes y aconsejan que la ideología deje algún resquicio al sentido común, por pequeño que sea.

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