La policía investiga a depuradoras por el blanqueo de marisco ilegal

La lucha contra el furtivismo se extiende a la localización de facturas falsas que legalizan la venta del molusco extraído

Lino Sexto, subdirector del servicio de Gardacostas señala sin apenas dudar las dos causas por las que a la Administración le cuesta tanto erradicar el furtivismo, que repunta en lo más duro de la crisis como una fuente extra de ingresos. "No hay un desagrado social hacia esta actividad, y es difícil cortar esta forma de pensar", admite el jefe de los 113 guardacostas encargados de mantener fuera de las playas a los furtivos cuando la bajamar deja al descubierto los bancos de marisco. El otro obstáculo, capaz de borrar de un plumazo todo indicio del robo, es la complicidad que encuentran los f...

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Lino Sexto, subdirector del servicio de Gardacostas señala sin apenas dudar las dos causas por las que a la Administración le cuesta tanto erradicar el furtivismo, que repunta en lo más duro de la crisis como una fuente extra de ingresos. "No hay un desagrado social hacia esta actividad, y es difícil cortar esta forma de pensar", admite el jefe de los 113 guardacostas encargados de mantener fuera de las playas a los furtivos cuando la bajamar deja al descubierto los bancos de marisco. El otro obstáculo, capaz de borrar de un plumazo todo indicio del robo, es la complicidad que encuentran los furtivos en la cadena de comercialización del marisco: un cargamento de almeja extraída sin autorización entra en una depuradora y sale con facturas y albaranes que, aunque fraudulentos, dan el pego en el mercado legal.

"Ahora tratamos de saber adónde va el producto, realizamos un seguimiento"
"Había una especie de 'omertà', pero ahora los legales denuncian más"
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La permisividad en las fases intermedias blanquea el marisco y hace imposible cualquier control. En realidad, los dos atrancos contra los que trabaja Lino Sexto son dos caras de la misma moneda. Con las depuradoras y el "tráfico de facturas" en el punto de mira, tanto Sexto como José Antonio Álvarez, comisario de la policía autonómica, aseguran "que habrá sorpresas" cuando se cierren las investigaciones ahora en curso.

"Hasta hace poco, nuestro trabajo se centraba en requisar los aperos de los furtivos y decomisar el marisco. Ahora tratamos de saber adónde va, realizamos un seguimiento", precisa el jefe de los guardacostas, que en lo que va de año ha dirigido 111 operativos junto a la policía autonómica. Gracias precisamente a uno de esos rastreos, la semana pasada las autoridades dieron con 1.300 kilos de vieira contaminada en un almacén de Esteiro (Boiro), procedente de la ría de O Burgo y lista para vender por Internet. Fue un albarán encontrado durante la investigación en la ría coruñesa la que señaló el camino hacia Arousa. Las sospechas iniciales de que el marisco pudo ser extraído de una zona contaminada se confirmaron tras los análisis del Intecmar. A los detenidos, que ya son cinco, se les imputan delitos contra la salud pública.

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"Tenemos que concienciar a la gente de que no adquiera jamás marisco fuera de los cauces legales. No es lo mismo comprar merluza que molusco", insiste Álvarez. La época del año, la apariencia y el precio del marisco, explica, ayudan a distinguir si lo que se come, tóxico o no, posee las características que se le atribuyen, desde la salubridad hasta el origen, que se paga por gallego.

El furtivismo tiene tantas caras que confunde: supone una "competencia desleal" para los mariscadores legales, compromete el futuro de los bancos si el molusco se extrae antes del desove y pone en riesgo a los consumidores cuando proviene de una zona contaminada. La toxina que afecta a la vieira, por ejemplo, puede ser diarreica, amnésica, paralizante, incluso mortal en algunos casos.

"Nosotros seguimos a rajatabla las normas, aunque a veces es difícil explicarle a la gente el sistema de vedas, o por qué no tenemos vieiras cuando el de al lado sí las tiene", reconoce Miguel Paz, propietario de O Sabor da Ría, una empresa que vende marisco a través de la Red desde finales de 2008. Estuvo a punto de denunciar a tres páginas similares a la suya al comprobar que las imágenes de los productos que se ofrecían en la web no eran de marisco gallego, aunque se anunciaban como tal.

Con un mercado todavía por consolidar, muchos de estos sitios web apenas duran abiertos un par de meses, o aparecen misteriosamente en la campaña de Navidad, la más lucrativa, para echar el cierre después de Reyes. "Antes de comprar, debemos fijarnos si la web tiene el respaldo de alguna marca, algún sello de calidad, el historial de venta, alguien a quien reclamar si hay algún problema. Si no tiene nada de eso es cuando menos sospechosa", explica Sexto.

No existe una normativa específica para la venta de marisco por Internet, aunque sí debe cumplir una serie de requisitos: su traslado a la dirección que indica el cliente no debe romper la cadena de frío (cuatro grados para el producto fresco y 20 para el congelado) y en ningún caso puede prescindir de las etiquetas obligatorias en una lonja.

El que vende almejas, berberechos o vieiras a sabiendas de que entrañan un grave riesgo para la salud juega con los precios bajos, el cebo perfecto para el cliente desinformado. "A cuatro kilómetros hacia el interior, la gente desconoce totalmente el mundo del marisco. ¡Creen que en nuestras rías hay cigalas!", ejemplifica Paz.

Durante años, y aún hoy, el engaño del furtivismo se sostuvo gracias a la connivencia de los mariscadores legales, pero en tiempos de crisis parece que por primera vez esa ley del silencio empieza a resquebrajarse. "Había una especie de omertà, pero eso está cambiando. Los legales están denunciando porque las condiciones económicas empeoran para todo el mundo", expone Sexto.

Los guardacostas, fuera de los operativos programados, son alertados tanto por los vigilantes de las cofradías como por particulares -la conselleira de Mar, Rosa Quintana, pide colaboración ciudadana porque el problema desborda a la Administración.

La semana pasada, las vigilantes de Boiro se concentraron en Santiago para denunciar las agresiones que sufren durante sus turnos. Álvarez y Sexto admiten los riesgos, aunque también insisten en que los furtivos ya no les tratan con la violencia de otros tiempos. Tampoco recurren como antes a los adolescentes. Un chaval que trabaja en la playa a las doce de la mañana no es solo un furtivo, es un menor que no va al instituto, y el caso puede acabar en un juzgado de Familia. "El año pasado encontramos a 20 niños; en lo que va de 2011, a uno".

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