CÁMARA OCULTA

Cosas de jurados

En las deliberaciones de los jurados surgen anécdotas para todos los gustos. Si, por ejemplo, la presidenta ha quedado fascinada con una película que le ha avivado recuerdos felices de su luna de miel, no habrá quien pueda luchar contra su entusiasmo. O si otro jurado quiere redimirse del cine acomodaticio que él mismo hace y se empeña en destacar por el contrario el más experimental y bizarro, o si un tercero considera que su misión principal es acaparar premios para el país que representa, será milagroso que coincidan en la película a premiar. De ahí que no sea raro verles discutir casi a es...

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En las deliberaciones de los jurados surgen anécdotas para todos los gustos. Si, por ejemplo, la presidenta ha quedado fascinada con una película que le ha avivado recuerdos felices de su luna de miel, no habrá quien pueda luchar contra su entusiasmo. O si otro jurado quiere redimirse del cine acomodaticio que él mismo hace y se empeña en destacar por el contrario el más experimental y bizarro, o si un tercero considera que su misión principal es acaparar premios para el país que representa, será milagroso que coincidan en la película a premiar. De ahí que no sea raro verles discutir casi a escondidas en pequeños conciliábulos, seduciéndose unos a otros con lo mejor de su dialéctica y encantos. Recuerdo haber visto hace años al poeta Mario Benedetti, componente entonces de un jurado cinematográfico, tratar de persuadir en plan bromista a un organizador del festival para que consiguiera que un compañero del jurado se acostara de una vez con el actorcito que le había enamorado en la pantalla, y dejara al resto del jurado discutir en paz simplemente de cine. No lo consiguió, claro está, pero su divertida pretensión reflejaba lo pesado que puede llegar a ponerse un jurado cuando se obsesiona con una idea.

Y están también los soberbios que no dan su brazo a torcer y acaban irritados si no es su opinión la que prevalece. O los blandos, que se han dejado enternecer por una película que los demás detestan, pero que tampoco están dispuestos a renunciar a ella. Los refinados asiáticos y los vehementes latinos, los noctámbulos y los madrugadores... Siete individuos, siete mundos encontrados que, sin apenas darse cuenta, hacen historia, o al menos la pequeña historia de un festival de cine, con frecuencia fraguada entre vanidades o pequeños intereses, pero que también adquiere a veces carácter de grandeza, de objetividad, de generosidad. ¿Hay que premiar las películas raras o caprichosas porque renuevan el lenguaje, o las buenas de gran público, que agrandan la curiosidad del respetable? ¿El cine onanista, para museos o bien el destinado a las grandes salas? En ese debate está ahora mismo el jurado del festival de San Sebastián que acaba mañana. No dan ninguna envidia. Mañana lo comprobaremos.

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